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La recta dura de Donald Trump contra el béisbol cubano

Armando no tiene ni la más mínima idea de quién es John Bolton y Rubio es como él suele llamar a los turistas extranjeros que transitan diariamente por el Parque Central de La Habana Vieja, donde ahora está sentado este casi octogenario seguidor del béisbol. Asegura que no le interesa la política, pero no esconde su malestar al conocer que el promisorio acuerdo entre MLB, la Asociación de Jugadores y la Federación cubana, que permitiría a los peloteros firmar con equipos de las Mayores sin tener que abandonar el país, ha sido cancelado por la Administración Trump. “Lo que van a lograr es que los muchachos vuelven a lanzarse al mar, para tratar de llegar a la Yuma, porque ellos quieren jugar en la Grande”, reconoce con pesar.

El sentimiento de pesadumbre combinado con molestia es generalizado entre los cubanos que todavía respiran béisbol. El histórico Acuerdo firmado en diciembre de 2018 parecía una de esas clásicas situaciones de “ganar – ganar”, tan apreciadas en la idiosincrasia negociadora estadounidense. Por un lado, MLB trataba de terminar con las tramas de contrabando humano que no solo ensuciaban la imagen de la organización sino que también podían poner en riesgo a agentes y directivos, ya que, en la sala de un tribunal, ante las preguntas incómodas de un fiscal, los contrabandistas podrían hablar más de la cuenta.

Mientras, la Federación cubana lograba dividendos económicos que podrían reinvertirse en el desarrollo del béisbol y los jóvenes prospectos y jugadores con más experiencia alcanzaban un sueño: la posibilidad de jugar en la estructura del béisbol organizado de Estados Unidos, sin tener que abordar una embarcación en medio de la noche, rumbo a México, Haití o República Dominicana. Una vez allí, corrupción mediante, la red de contrabando se encargaba de conseguir los papeles que avalaban la residencia permanente del jugador, un paso imprescindible para que, tras el “desbloqueo’” de la Oficina de Control de Bienes Foráneos (OFAC), la MLB lo considerara elegible en la agencia libre. El sueño de recibir un trato similar al de cualquier pelotero del mundo duró poco, apenas cuatro meses y no parece probable que el Acuerdo tenga, al menos por ahora, una segunda oportunidad.

Desde su anuncio, el Acuerdo fue celebrado por no pocos, desde peloteros cubanos que hoy ganan millones de dólares en Grandes Ligas hasta los que juegan en Cuba, pasando por políticos, artistas y, especialmente, por los millones de seguidores del deporte de las bolas y los strikes. Más de 30 peloteros que salieron de manera legal o ilegal del país y que no pudieron firmar en sus estancias en Dominicana, Venezuela o México decidieron que, en el nuevo marco, era oportuno regresar, acogerse nuevamente a la Federación cubana y, luego, buscar un contrato legal.

Era, como ya analizamos, ganar – ganar; sin embargo, a los pocos minutos de anunciado el Acuerdo al aluvión de críticas comenzó a inundar las redes sociales digitales. El senador republicano por la Florida, Marco Rubio, fue de los críticos más acérrimos. Para el político, ese Acuerdo violaba el Embargo impuesto por Washington desde 1962, porque la Federación cubana no podía considerarse una entidad no gubernamental y, por tanto, los pagos que emitirían las franquicias de Grandes Ligas irían a parar al gobierno. Rubio se comprometió a acabar con el Acuerdo y muchos creyeron que el influyente senador, ahora muy cercano a Donald Trump, entorpecería cualquier tipo de acercamiento. Tuvieron razón.

EL ACUERDO JUEGA UNA PARTIDA DE AJEDREZ POLÍTICO

Durante cuatro meses hubo silencio tanto por MLB como por la Federación cubana. Quizás los directivos de las franquicias comprendieran que, con tantas presiones, el hecho de mostrar un interés público por los peloteros cubanos podría ser un suicidio económico. Probablemente no quisieron aparecer en uno de los frenéticos tuits que publica Trump. Por tanto, la partida de ajedrez se extendió demasiado tiempo, hasta que Cuba decidió que debía realizar el primer movimiento: dio a conocer el listado de 34 peloteros, los llamados agentes libres con restricciones, menores de 25 años y sin completar seis Series Nacionales. Por tanto, eran elegibles para obtener el 100 % del dinero otorgado como bono por la firma; mientras, la Federación recibiría, según el Acuerdo, un único pago correspondiente al 25% de ese bono.

“Un paso más y llegamos”. Esta fue una frase que se asoció a finales de la década del cincuenta del siglo pasado con un equipo cubano (los Reyes del Azúcar) que estuvo cerca de convertirse en una franquicia de las Mayores. Ahora la frase podía aplicarse a la situación de los peloteros.

GANADORES Y PERDEDORES DE UNA CANCELACIÓN ANUNCIADA

Quedaban solo tres meses para la firma de los amateurs, así que el círculo de adversarios del Acuerdo actuó precipitadamente y logró su objetivo. El Asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, lanzó la primera recta, en Twitter, al declarar: “Cuba quiere usar a los jugadores de béisbol como peones económicos, vendiendo sus derechos a la MLB. El pasatiempo nacional de América no debería favorecer el apoyo del régimen cubano a Maduro en Venezuela”. Después de esto, la jugada estaba cantada.

La OFAC envió una notificación a la MLB en la que se aclaraba que los pagos a la Federación Cubana de Béisbol “no estaban autorizados, porque un pago a la Federación Cubana de Béisbol era un pago al gobierno cubano”. Tercer strike al Acuerdo.

El círculo de políticos que apuestan por aumentar la presión de todas las formas posibles sobre La Habana es el ganador abierto de esta anulación; pero no es el único que celebra. Desde la visión de Rubio, Bolton y otros extremistas con esta acción la Administración Trump está cortando una forma de ingresos económicos para Cuba; mientras, los traficantes festejan que su negocio de sacar de manera ilegal a los peloteros y exigirles grandes porcentajes de sus futuros contratos en las Mayores está ahora más vivo que nunca.

La lista de perdedores es enorme. En primer lugar están los peloteros. Su sueño de jugar al máximo nivel, con tranquilidad familiar y sin preocuparse por los extorsionadores se desvaneció antes de hacerse realidad. Pierden también los que creen que es posible un acercamiento pragmático entre los dos países. Por ejemplo, para Ric Herrero, director ejecutivo del Cuba Study Group, “cancelar este acuerdo es el último golpe fuerte de una Administración que busca quitarle al gobierno cubano todos sus recursos sin ningún tipo de cuidado por el bienestar o el apoyo al pueblo cubano. La decisión de hoy es una victoria para los traficantes humanos del Caribe y una derrota para todos aquellos impactados por esta política’’.

Pierde también la Federación cubana que protestó en su cuenta en Twitter: “el acuerdo con MLB busca frenar el tráfico de seres humanos, fomentar la cooperación y elevar el nivel el béisbol. Cualquier idea contraria es falsa noticia. Los ataques con motivación política contra el Acuerdo logrado perjudican a sus atletas, sus familiares y a la afición’’.

Armando, al igual que millones de fanáticos del béisbol, ocupa un lugar preponderante en la lista de perdedores, ya que se escapa su posibilidad de presenciar un béisbol de más calidad en las venideras Series Nacionales; además, se cierra la pequeña hendija abierta sobre un posible equipo cubano donde tuvieran cabida los mejores peloteros, sin importar su lugar de residencia. La recta lanzada por la Administración Trump ha sido muy dura. Quizás la única esperanza de retornar al juego sea esperar que el abridor, agotado tras su trabajo de cuatro años, ceda su lugar a un relevista que, pragmatismo mediante, vuelva a poner en el cajón de bateo a un Acuerdo que, por el momento, languidece en el círculo de espera.

Publicado en PanamericanWorld

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