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Galgos persiguen al dopaje

Nadie podrá negarles a las autoridades españolas su creatividad al nombrar a los operativos que, desde hace ya casi un lustro, intentan detener las amplias redes de creación y distribución de sustancias prohibidas entre atletas de alto rendimiento.

Puerto”, “Grial” y ahora “Galgo” llevaron ante el sistema judicial a entrenadores, deportistas y médicos; sin embargo, parece que estas operaciones no han podido llegar hasta el fondo de los problemas, ni las condenas han logrado disuadir a los tramposos que perseveran en su empeño de ganar competencias con músculos fortalecidos artificialmente.

Primero fue la llamada “Operación Puerto”, en mayo de 2006, considerada una de las alertas más fuertes que ha recibido el ciclismo en su historia. El descubrimiento de casi 200 bolsas de sangre, pertenecientes a importantes corredores, como Jan Ulrich e Iván Basso, mostró al mundo que algo andaba—todavía anda—muy mal en ese deporte que, inexplicablemente para algunos, continúa dentro del programa olímpico.

Tres años más tarde, en Valencia se desarrolló la “Operación Grial”, en la que las autoridades detuvieron al médico Walter Virú y encontraron en la casa del corredor Paquillo Fernández sustancias dopantes. Tanto “Puerto” como “Grial” tuvieron un gran impacto en fanáticos y especialistas; sin embargo, no sería arriesgado afirmar que el más reciente escándalo, “Galgo”, podría superar a sus nada ilustres predecesores.

El 2010 lucía como un año casi perfecto para el deporte español, sobre todo gracias al triunfo de la selección nacional de fútbol en el Mundial de Sudáfrica; pero dos noticias relacionadas con el dopaje han vuelto a golpear—lamentablemente— la credibilidad de los atletas ibéricos. Primero fue el caso del ciclista Alberto Contador quien después de ganar su tercer Tour de Francia quedó envuelto en un extraño caso de doping, a partir de la detección de clembuterol en una muestra de sangre.
Hasta el momento—que podría extenderse durante toda la vida—el ídolo mantiene la posición de inocencia; aunque cada vez menos personas creen en él, tal vez porque las explicaciones sobre la presencia de clembuterol en su organismo, a partir de la “ingestión de carne contaminada”, no son convincentes.

Los golpes a la confianza de los fanáticos no terminan allí. Los triunfos obtenidos durante la última década convirtieron a la corredora Marta Domínguez en una de las principales estrellas de un país que vive para el fútbol. Campeona mundial en los 3000 metros con obstáculos, en 2009, galardonada en cinco ocasiones como la mejor atleta nacional y Premio Nacional del Deporte, Marta era adorada por la prensa y los directivos, que la promovieron a la vicepresidencia de la Federación española de atletismo.

Sin embargo, todos estos logros podrían caer en el mayor descrédito si se llegara a confirmar la participación de Marta en una red que suministraba sustancias prohibidas a varios atletas. En el operativo policial se encontraron en los hogares de médicos—como el tristemente célebre canario Eufemiano Fuentes, también relacionado con “Puerto”—deportistas y entrenadores grandes cantidades de anabolizantes, esteroides, hormonas y otros medicamentos, así como bolsas con sangre. Entre los implicados están César Pérez, coach de Marta y José Alonso Valero, su mánager.

En la casa de Marta no aparecieron sustancias prohibidas, por lo que las acusaciones en su contra se centraron en la distribución, no en el consumo de esteroides.  Al conocerse la noticia se alzaron voces en defensa de la exitosa corredora. “Es inocente hasta que se demuestre lo contrario”, dijeron no pocos; aunque, de cualquier forma, varios atletas hicieron público un comunicado en el que mostraron su condena total al dopaje. Este era un movimiento lógico, pues se estaba cuestionando la credibilidad del deporte español.

Además, para evitar cualquier paralelismo, el futbolista Xavi Hernández, uno de los cerebros creadores de la “Furia roja”, sintió la necesidad de aclarar que los triunfos de su selección eran muy legítimos y que no había la menor sombra de dopaje. Antes, el presidente del Comité olímpico español, Alejandro Blanco, aseguró que la cifra de atletas dopados en España, en 2009, fue muy similar a la de otros países europeos.

Desde Lausana, la sede del Comité olímpico internacional, su titular Jacques Rogge consideró como positiva la “Operación Galgo”, porque ellos no podían emitir órdenes de arresto, ni interrogar, ni registrar maletas. Esta era una tarea de las autoridades judiciales, y las españolas la estaban cumpliendo muy bien, explicó el belga.

Para entender mejor las implicaciones legales de “Galgo” es importante recordar que en España se aprobó, en 2006, la Ley Antidopaje, que convirtió en delito la posesión y distribución de sustancias para mejorar el rendimiento deportivo. Por tanto, los implicados en “Galgo” enfrentarían penas de cárcel.

El resultado final de la “Operación Galgo” podría tardar meses en conocerse. Quizás las exhaustivas investigaciones ni siquiera prueben si Marta Domínguez estuvo involucrada. Poco importa. La red existía, las bolsas de sangre, empleadas para el doping sanguíneo, también eran reales, así que todo no gira alrededor de la culpabilidad o inocencia de la corredora.

Las polémicas sobre Contador y Domínguez no le hacen ningún bien al deporte; pero, sin dudas, las operaciones policiales son acciones necesarias, pues para enfrentar al dopaje será necesario utilizar mucho más que “galgos y podencos”.

Publicado en Cubasí

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