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El legado del béisbol olímpico: de Atenas a Beijing a…

El fiasco del béisbol cubano en los Juegos de Sydney necesitaba ser olvidado y nada mejor que un triunfo en la Olimpiada de Atenas. Antes de llegar a 2004, el equipo demostró en múltiples eventos que continuaba siendo el gran favorito: adicionó dos títulos mundiales más a su enorme lista, en 2001 y 2003; ganó la Copa Intercontinental de 2002 y los Panamericanos de Santo Domingo en 2003. A pesar de no ser los campeones vigentes, la selección fue considerada, una vez más, la favorita en Atenas. Estados Unidos ni siquiera pudo clasificarse.

En la capital griega, el director santiaguero Higinio Vélez tomó las riendas de un equipo renovado y lo condujo a la reconquista de la medalla de oro. Por segunda ocasión en una Olimpiada, los cubanos cedieron en un partido de la clasificatoria, ahora contra Japón, seis por tres, sobre todo por la brillantez del lanzador Daisuke Matzusaka, el mismo que abrió la final del Clásico Mundial de 2006 y que hoy es líder de los Medias Rojas de Boston.

La derrota hizo que Cuba concluyera en la segunda posición. En la ronda semifinal enfrentó al poderoso Canadá. El juego resultó muy reñido y los canadienses llegaron a la parte baja del octavo capítulo con ventaja de tres a dos en el marcador. Ahí llegó la reacción antilla y en total marcaron seis carreras con las que aseguraron su cuarta inclusión consecutiva en una final olímpica.

Contra todos los pronósticos, Australia venció a Japón por una a cero y lo dejó fuera de la final. Sin dudas el inesperado rival fue bien recibido por los cubanos; no obstante, el desafío por el título prometía ser muy cerrado.

El mentor Vélez le otorgó la pelota a su hombre de mayor confianza: el santiaguero Norge Luis Vera y este respondió con tres buenas entradas, mientras un jonrón de Frederich Cepeda propició una ventaja de dos a cero. En el cuarto capítulo se produjo una de las jugadas más controvertidas de todos los tiempos del béisbol olímpico. Australia colocó a dos corredores en circulación, ya con dos outs. El bateador Thomas Brice conectó un largo batazo hacia el jardín central que Carlos Tabares intentó capturar de aire, pero el habilidoso jugador no pudo evitar una fuerte colisión con la acolchonada cerca y esto provocó que la pelota saliera de su guante y golpeara la pared. Sin perder tiempo, Tabares la retomó y alzó su mano en señal de victoria como si nada hubiera pasado. El árbitro de segunda creyó que Tabares nunca cedió el control de la bola y decretó el out. Los australianos protestaron fuertemente—con razón— y el director Jon Deeble fue expulsado; sin embargo, no había marcha atrás y el encuentro se mantuvo a favor de Cuba.

En el quinto inning el jardinero izquierdo Paul González recortó la diferencia con un cuadrangular y Vera tuvo que abandonar el montículo. En su lugar entró el relevista Vicyohandri Odelín quien se presentó sin su habitual control y concedió dos bases por bolas. En esa tensa situación, Vélez recurrió a la experiencia del zurdo Adiel Palma. El veterano cienfueguero controló la amenaza y en el capítulo siguiente los cubanos decidieron el partido cuando agregaron cuatro anotaciones. Palma mostró toda su maestría y controló a los rivales hasta el noveno episodio donde necesitó un último esfuerzo de la gran sensación del pitcheo cubano en Atenas: Danny Betancourt. Con rectas de más de noventa millas y una slider muy difícil de conectar, Danny dominó cómodamente y el ponche final a Brendan Kingman desató la alegría en el estadio ateniense. Cuba había reconquistado el título; aunque los días olímpicos del béisbol parecían contados.

BEIJING, ÚLTIMO PARADA DEL TREN OLÍMPICO

En 2007, el Comité Olímpico Internacional (COI), mediante una cerrada votación, decidió que el béisbol y el softbol quedaban fuera del programa oficial de competencia de la cita de Londres, en 2012. Detrás de esa resolución se escondieron múltiples intereses. El principal argumento esgrimido en contra de la pelota era la inasistencia a las Olimpiadas de los “mejores peloteros”. En otras palabras: el desinterés de las Grandes Ligas norteamericanas hacia las citas estivales, porque la Liga japonesa otorgó en dos oportunidades, 2004 y 2008, el permiso a sus jugadores. Los directivos del COI, en su mayoría europeos, citaron como ejemplo al baloncesto profesional estadounidense, la conocida NBA, cuyas estrellas han intervenido desde Barcelona 1992; sin embargo, esta comparación resulta injusta porque durante el tiempo de los Juegos, por lo general en agosto, la NBA se encuentra en receso, una situación muy diferente a la de las Mayores. ¿Qué sucedería si los Juegos comenzaran en abril? De seguro ningún baloncestista del máximo nivel intervendría.
 
Algunos miembros del COI “olvidaron” que en el fútbol olímpico tampoco intervienen los “mejores atletas”, por el acuerdo entre el COI y la Federación Internacional de Asociaciones (FIFA) que solo permite la asistencia de los equipos con jugadores menores de 23 años y solo tres por encima de esa edad; sin embargo, nadie se ha atrevido a pedir la salida del fútbol.

Más allá de la presencia o ausencia de los peloteros de las Grandes Ligas, en la salida definitiva del béisbol influyeron motivos económicos. En Londres no se practica la pelota y los organizadores hubieran tenido que construir dos estadios para albergar a este deporte por solo quince días. Algo similar ocurrió en Atenas, donde las instalaciones fueron destruidas al final de los Juegos. Un segundo tema relacionado con los euros, dólares o libras esterlinas: la gran cantidad de atletas que intervienen en las dos modalidades obliga a incrementar la capacidad de la villa olímpica. Por tanto, es un buen negocio que ellos queden fuera.

Además, las salidas de la pelota y el softbol permitirían el ingreso de modalidades en las que los europeos tienen mayores opciones de medallas y ya se habla de la pugna entre el golf y el rugby por convertirse en deportes olímpicos. En ninguna de las dos disciplinas los países latinoamericanos, africanos e incluso asiáticos tienen tradición; pero tanto el golf como el rugby mueven mucho más dinero.

El torneo de béisbol de Beijing 2008 fue el más reñido de todos los tiempos y su nivel muy alto, sobre todo porque los japoneses liberaron a todos los peloteros de su Liga—algo que no hicieron ni siquiera en Atenas—, los norteamericanos llevaron a sus prospectos de Triple A y los surcoreanos presentaron una nómina con varios de los jugadores que participaron en el Clásico Mundial de 2006.

Una de las mayores sorpresas en los días previos al inicio de la competición fue el anuncio del presidente de la Federación Internacional de Béisbol, Harvey Schiller, de una nueva regla que pretendía acortar la duración de los desafíos que llegaran al once capítulo. La idea de situar a dos corredores en circulación en el mismo comienzo del inning levantó muchas polémicas y su eficacia continúa en duda.

El director con más éxito en Cuba en el último lustro, Antonio Pacheco, recibió la responsabilidad de mantener la corona olímpica y la selección nacional se presentó en Beijing con la presión de superar el revés final en la Copa Mundial de 2007 ante Estados Unidos. El equipo lucía muy completo, con jóvenes en ascenso como Alexei Bell, Alfredo Despaigne, Héctor Olivera, junto a otros con un poco de más experiencia como Yulieski Gourriel, Frederich Cepeda y Michel Enríquez al lado de los veteranos Ariel Pestano, Eduardo Paret, Pedro Luis Lazo y Adiel Palma.

La historia es conocida: Cuba cayó ante Corea del Sur en el partido por la corona y finalizó en la segunda posición. Ese encuentro será recordado, quizás, por siempre. Todo el país contuvo el aliento cuando el jugador más seguido de toda la selección, el hombre que todos esperaban que despertara del letargo ofensivo en el que estuvo durante la Olimpiada, el espirituano Yulieski Gourriel vino a batear en la parte final del noveno capítulo con las bases llenas y solo una carrera de desventaja en el marcador. Gourriel conectó un cómodo batazo que se convirtió en doble play y dejó paralizada a una nación. Mientras los coreanos corrían por el terreno y celebraban su merecido triunfo y las cámaras evitaban enfocar el banco de los cubanos, una interrogante flotaba en el ambiente: ¿y ahora qué pasará con el futuro del béisbol olímpico?

En 2009 el COI decidirá qué deportes conforman el programa oficial de la cita estival de 2016. El presidente Schiller ha expresado su esperanza en el retorno de la pelota y muchos confían en que el segundo Clásico Mundial ayude a convencer a algunos escépticos; pero la realidad es mucho más dura y si se analizan los puntos a favor y en contra, todo parece indicar que el béisbol vivió sus últimos días olímpicos en Beijing. Lamentablemente, a pesar de los tres títulos y dos medallas de plata, el béisbol cubano se despide con una triste imagen. Ojalá reciba otra oportunidad para ascender, otra vez, hasta la cúspide del Olimpo.

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