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Mundiales de béisbol: un recuento imprescindible

En 1943, y por quinto año consecutivo, el estadio La Tropical fue la sede de la Serie Mundial Amateur. En esta ocasión, de forma similar a lo sucedido en la versión anterior, solo se presentaron cuatro selecciones ya que la Guerra Mundial mantuvo las serias limitaciones en el transporte. Venezuela fue la gran ausente, mientras Panamá, República Dominicana  y México intentaron frenar al fuerte equipo cubano.

Cuba aparecía como el gran favorito para retener su corona mundial, aunque el equipo llegó a la competencia en medio de un gran escándalo debido a la suspensión de su estrella en el picheo, el Guajiro de Laberinto, Conrado Marrero.

Para entender esta suspensión, que levantó un enorme revuelo en todo el país,  debemos recordar que la Dirección General de Deportes, encabezada por el coronel Jaime Mariné, inició en 1943 una enorme campaña que intentaba  mantener el estado amateur de los peloteros. Marrero y otros jugadores fueron acusados de haber cobrado por jugar y esto los inhabilitó de participar en la Serie.

A pesar de la ausencia de su principal lanzador, el resto del staff de picheo se encargó de que los fanáticos cubanos no echaron demasiado de menos al Guajiro. La velocidad de Julio el Jiquí Moreno le permitió obtener tres triunfos y además trabajó para un increíble 0,70 de efectividad en el promedio de carreras limpias. Al Jiquí se le unió  Rogelio Limonar Martínez, con otras tres victorias, más la acertada ayuda de Isidoro León y Sandalio Consuegra. Con esos cuatro estelares del picheo,  Cuba alcanzó su cuarta corona mundial, aunque no fue tan fácil como se podía esperar y los antillanos sufrieron dos derrotas, una de ellas muy recordada ante México en 14 entradas.

Con el bate en la mano destacó el jugador de cuadro Luis Suárez, líder en jits con 17 y el hermano del ahora receptor profesional Andrés Fleitas, Ángel quien resultó el campeón de bateo del torneo con promedio de 371.

La Serie Mundial Amateur de 1943 marcó el final de la primera etapa de este tipo de torneos. Pasarían nueve años para que La Habana fuera sede, otra vez, de un Mundial.

En 1944 el mundo seguía en guerra y esto imposibilitó, nuevamente, que una  mayor cantidad de equipos pudiera participar en la Serie que tenía en Caracas a su nueva sede.

El equipo cubano tuvo una buena preparación y los hombres bajo el mando de Pipo de la Noval, mánager del Deportivo Matanzas en la Liga Amateur, parecían capaces de mantener el título mundial. La selección reunió a los mejores jugadores del país: Juan Ealo en primera, Quilla Valdés como torpedero, el regreso de Conrado Marrero a las filas de la selección nacional, junto a Sandalio Consuegra, Limonar Martínez e Isidoro León desde el montículo. La calidad de los jugadores hacía que Cuba luciera invencible; pero un juego irregular y las increíbles decisiones arbitrales impedirían que los cubanos regresaran de Venezuela con el título de campeón mundial.

En 1944 la Serie Mundial se alejó de los predios habaneros y fuera de su estadio, los cubanos tuvieron que enfrentar no solo a los equipos contrarios, sino también a las malas intenciones de los hombres encargados de supuestamente administrar justicia.

El torneo venezolano se caracterizó por el pésimo arbitraje que empañó desde el inicio a la Serie y las cosas no salieron nada bien para los campeones, quienes tuvieron que vencer a República Dominicana para clasificarse dentro de los cuatro equipos que disputarían la fase final.

Ya en la fase final los problemas con el arbitraje llegaron a un punto de total descaro. Según cuenta el historiador Roberto González en su libro “la Gloria de Cuba”, los venezolanos y cubanos se enfrentaron en un partido decisivo. Si los vigentes campeones triunfaban, entonces retenían la corona, de vencer los locales, entonces sería necesario esperar al desenlace entre Venezuela y México para determinar al titular.

Los problemas en ese juego entre cubanos y venezolanos comenzaron desde el mismo momento en que uno de los coach de Venezuela fue designado para trabajar ¡como árbitro de home! La desgracia se veía venir.

Cuba estaba al bate con un corredor en primera y el jugador conectó un roletazo a la inicial. La primera base capturó el batazo y se la pasó al lanzador que había ido a cubrir la almohadilla; pero el tiro fue desviado y la pelota  fue a parar a la zona de foul. Allí, un fotógrafo la capturó y se la devolvió al inicialista quien tiró rápidamente a tercera y puso out al corredor que venía desde primera.

Imagínese usted la velocidad con la que salió todo el equipo Cuba a protestar aquella decisión del árbitro; pero este, ni corto ni perezoso los enfrentó y sin dudas dejó boquiabiertos a todos con esta frase: “Señores, ustedes no entienden que el fotógrafo también es un hombre de béisbol”.

Por supuesto que los cubanos no entendieron las sinrazones de aquel improvisado y a todas luces parcial “árbitro” y decidieron abandonar el torneo. Un día después México hizo lo mismo ante otra desacertada decisión arbitral y a pesar de los abandonos e irregularidades del torneo, Venezuela se proclamó campeón por segunda ocasión.

Cuba se abstuvo de participar en las Series Mundiales Amateur desarrolladas entre 1945 y 1948. En esos eventos triunfaron Venezuela, Colombia y República Dominicana. Luego, en 1950, los cubanos vencieron en el torneo efectuado en Nicaragua y quedaron terceros en la versión de Puerto Rico.

En 1952 la Serie Mundial Amateur volvió a la capital cubana. Durante 20 días 13 selecciones provenientes todas de América lucharon por el título en el Gran Stadium del Cerro que había sustituido a La Tropical como la sede principal del béisbol en Cuba.

Los cubanos fueron dirigidos por Clemente “Sungo” Carreras y después de vencer en su grupo eliminatorio se impusieron con marca de 4 ganados y solo uno perdido en la fase final del torneo. Detrás de los locales se ubicaron Dominicana y Puerto Rico.

Casi veinte años después de aquel triunfo habanero, el ahora llamado Campeonato Mundial de béisbol Amateur regresó a tierras cubanas en 1971. En ese intermedio se jugaron otros 4 torneos, tres de ellos ganados por Cuba, con la excepción de 1965 cuando los antillanos no participaron y Colombia alcanzó el primer lugar.

De estos triunfos quizás el más disfrutado fue el de 1969 cuando el Curro Pérez disparó aquel jit decisivo que ha quedado para la historia del béisbol cubano y luego terminó ponchando al bateador norteamericano para darle el título del mundo a nuestro país. Aunque el éxito de 1969 fue espectacular, tampoco podemos olvidar la corona lograda en el Mundial de 1961. Mientras los peloteros disputaban el torneo en Costa Rica se produjo el ataque mercenario de Playa Girón y los jugadores pidieron volver para defender al país; pero la respuesta fue clara: ustedes ganen allá. Y los batazos de Pedro Chávez y Jorge Trigoura, más el excelente picheo de Alfredo Street fueron suficientes para el triunfo invicto de los cubanos.

También sería injusto dejar fuera de este breve recuento al Mundial de 1970 cuando José Antonio Huelga se ganó el epíteto del Héroe de Cartagena, pues en esa ciudad colombiana el magnífico lanzador derecho se echó al hombro al equipo y con dos actuaciones de lujo derrotó a Estados Unidos, con Burt Hooton en el montículo,  en los partidos extras del torneo.

Después del sonado triunfo del equipo cubano en Cartagena, el Campeonato Mundial regresó a La Habana en 1971. Estados Unidos no participó y los antillanos no tuvieron problemas para ganar el torneo de forma invicta. Bajo las órdenes del director nacional más exitoso de todos los tiempos, Servio Tulio Borges, los cubanos mostraron un gran nivel en el picheo, al punto de lograr 6 lechadas en los 9 triunfos. Las palmas para Huelga, Oscar Romero y Santiago Changa Mederos, todos con dos triunfos. Al bate sobresalió el estelar torpedero Roberto Puentes, con 477 puntos de average, líder entre todos los bateadores.

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