
El mundo del deporte vivió otro terremoto financiero: los Los Angeles Lakers, una de las franquicias más icónicas del planeta, ha sido vendida por 10 mil millones de dólares. ¿Una cifra escandalosa? Sin duda. ¿Justificada? Esa es otra historia.
Mark Walter, magnate detrás de los Dodgers y cabeza de TWG Global, se convierte en el nuevo dueño de la marca púrpura y dorada, mientras que Jeanie Buss seguirá al frente como gobernadora, aunque con control limitado y voz cada vez más simbólica. Se pone fin a 46 años de control familiar que comenzaron con Jerry Buss en 1979, un período que acumuló 11 campeonatos y una cultura profundamente enraizada en el espectáculo, la fidelidad y, sí, también en la mística.
¿Qué se compra cuando se adquieren los Lakers?
Con este precio, no se está comprando un equipo: se compra una leyenda, un símbolo, una marca mundial. El problema es que al convertir esa leyenda en un bien de consumo dentro de una cartera de inversiones deportivas (que ya incluye a Chelsea, los Dodgers, la Sparks, y equipos de F1), también se diluye su identidad.
La lógica corporativa no tiene nostalgia. El relato de la familia que construyó una dinastía se reemplaza por hojas de Excel, rendimiento trimestral, métricas y retorno de inversión. ¿Y los fanáticos? Como siempre, fuera de la sala de juntas.
¿Demasiado grande para fallar?
Los defensores del movimiento destacan que Walter convirtió a los Dodgers en un modelo de éxito: inversión en analítica, desarrollo de talento, infraestructura. Y sí, eso puede replicarse en la NBA, una liga que permite gastar sin límites fuera del salario de los jugadores.
Pero no todos los equipos son los Lakers. El peligro es que esta venta se vuelva el patrón a seguir, y que el deporte profesional pase de ser una experiencia emocional y comunitaria a un fondo de inversión diversificado. Un lugar donde los nombres no importan, solo los activos.
Una crítica al precio de la gloria
¿Valen 10 mil millones los Lakers? En una economía especulativa, la respuesta es sí… hasta que deja de serlo. Lo cierto es que los Lakers no se venden por lo que generan hoy, sino por lo que se espera que representen mañana: una plataforma global de entretenimiento, datos, apuestas, derechos digitales y más.
La pregunta real es: ¿puede el alma del deporte sobrevivir a este precio? Porque cada vez que una franquicia se convierte en un activo, se pierde un poco del juego que solíamos amar.
Bienvenidos a la NBA 2.0: menos pasión, más portafolio.