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La guerra del béisbol

Jorge Pasquel, un personaje controvertido
Jorge Pasquel, un personaje controvertido

La noticia recorrió los principales medios de comunicación de México, Cuba y los Estados Unidos: los hermanos Pasquel querían competir contra el béisbol organizado norteamericano y no escatimarían recursos financieros para atraer a los principales jugadores, sin importar nacionalidad o color de la piel. Era 1945 y la guerra del béisbol había comenzado. Entre 1940 y 1944 la Liga Mexicana había emergido como un torneo de gran fuerza donde jugaban algunos peloteros de cierto renombre, tanto norteamericanos como cubanos; pero no es hasta la aparición en escena de los multimillonarios hermanos Pasquel, en especial Jorge, que la Liga no alcanza una real fuerza.
Jorge Pasquel había construido una fortuna en gran medida por sus fuertes inversiones en la por entonces muy rentable industria del cine  mexicano y por sus conexiones políticas. El más famoso de los hermanos Pasquel era un gran amante del béisbol y un hombre con gran visión para los negocios. Quizás fue esta habilidad la que le permitió darse cuenta que 1945 era un momento muy propicio para reforzar la Liga Mexicana e incluso intentar superar a toda la maquinaria comercial que representaba el béisbol organizado norteamericano.

Varias condiciones se unieron para propiciar el meteórico auge que alcanzó la Liga Mexicana en menos de un año. En primer lugar, la Liga permitía una total integración racial; mientras en los Estados Unidos todavía imperaba la prohibición nunca escrita, sino considerada un “acuerdo entre caballeros”, mediante la cual ningún jugador negro podía formar parte de un elenco perteneciente al llamado béisbol organizado que incluía a los clubes de Grandes Ligas y sus sucursales.

Esta apertura y el ambiente distendido con el que eran recibidos los negros en la Liga hicieron que varias de las principales figuras de las Ligas Negras norteamericanas decidieran firmar con Pasquel. Así, hombres de reconocida fuerza con el bate en la mano, como Josh Gibson y Cool Papa Bell integraron varios equipos de la Liga Mexicana.

Otro aspecto importante era la cantidad de dinero que estaba dispuesto a pagar Pasquel por cada pelotero. Los sueldos de la Liga Mexicana sobrepasaron en varios miles de dólares a los del béisbol organizado y, además, casi siempre eran contratos multianuales y los jugadores recibían otras primas como vivienda y facilidades de pagos de impuestos. Sin dudas era una oferta tentadora y muchos jugadores decidieron aprovecharla.

Pasquel envió a varios emisarios para que tantearan el terreno en los Estados Unidos e intentaran comprar a varias de las estrellas de los principales equipos de las Grandes Ligas. Algunos no aceptaron, pero otros, atraídos por los cantos de sirena de los hombres de Pasquel, decidieron dejar a un lado sus contratos y partir hacia México. Hombres como Fred Martin, Mickey Owen, Sal Maglie, Roy Zimmerman y Max Lanier se unieron a la Liga Mexicana.

Sin embargo, la mayor cantidad de extranjeros que tomaron parte en 1946 en la Liga Mexicana fueron los cubanos. En el invierno de 1945, Jorge Pasquel despachó a su hermano Bernardo rumbo a La Habana, con el objetivo de entrar en negociaciones con los peloteros cubanos.

Las conversaciones resultaron exitosas y para la temporada de 1946, casi cincuenta peloteros cubanos estuvieron activos en el campeonato. En total, seis de los ocho clubes que tomaban parte en la Liga tenía como director a un cubano. La actuación de los jugadores antillanos fue tan destacada ese año que acapararon los principales aspectos ofensivos. Estrellas del béisbol como Martín Dihigo, Napoleón Reyes, Adrián Zabala, Roberto Ortiz, Salvador «Chico» Hernández, Tomás de la Cruz y Claro Duany, entre otros, brillaron en la Liga de 1946.

En México se jugaba en los meses de verano, al igual que en las Grandes Ligas y este calendario no entorpecía al de la Liga cubana que comenzaba sus actividades en noviembre. Todo marchaba viento en popa; pero Pasquel sabía que ese rápido éxito molestaba, y mucho, a los directivos norteamericanos.
 
Como era de esperarse, el béisbol organizado norteamericano no se iba a quedar con las manos cruzadas y observar tranquilamente cómo el engreído empresario mexicano le arrebataba a los dueños un negocio que movía, aun en los años cuarenta del siglo pasado, cientos de millones de dólares. La respuesta fue contundente.

El primer paso llegó por orden del comisionado A. B. «Happy» Chandler, apodado “Happy” como una forma de burla hacia un defecto en su rostro, una mueca permanente que se parecía a una sonrisa. Chandler decretó que cualquier jugador que osara firmar un contrato con Pasquel tendría prohibido participar en cualquier organización del béisbol norteamericano, al menos por cinco años.

Como segundo pase, Chandler decidió terminar con el aporte de la Liga Cubana a México. Para eso viajó en la primavera de 1947 a La Habana para intentar presionar a los dueños de equipo. En la capital cubana Chandler dio muestra de una total altanería y realmente su viaje no alcanzó grandes resultados; pero sí dejó un claro mensaje a los dueños: el negocio del béisbol era norteamericano y ellos implantaban las reglas.

Apenas dos meses después, una delegación de empresarios cubanos, encabezados por Julio Sanguily, uno de los hombres con mayor cantidad de acciones en el club Almendares de la Liga Cubana, llegó a los Estados Unidos para gestionar un acuerdo con el béisbol organizado.

Este acuerdo fue muy controvertido. Si bien es cierto que mediante el nuevo pacto los peloteros cubanos aumentaban un poco su salario, los aspectos negativos pesaban mucho más. La alianza regulaba las actividades de los peloteros, tanto norteamericanos como cubanos durante la temporada de invierno en la Mayor de las Antillas y así la Liga Cubana pasaba a ser una subsidiaria del circuito del béisbol organizado.

Además, a través del acuerdo se penalizaba a los peloteros y directivos que jugaban en la Liga Cubana y, a la vez, tenían otro contrato con la Liga Mexicana. Adolfo Luque, el Habana Perfecto o Papá Montero, como también se le llamaba, fue uno de los castigados pues actuaba como manager en México. Ese mismo año, y como producto del acuerdo, la Liga Cubana se dividió en dos: por un lado se mantuvo la Liga con los cuatro equipos ya clásicos, el Almendares, el Habana, el Marianao y el Cienfuegos; mientras los peloteros que resultaron “castigados” por haber jugado en México, decidieron formar su propia Liga, llamada Liga Nacional, que efectuó sus partidos en el vetusto estadio La Tropical, gracias al apoyo de Julio Blanco quien buscaba a toda costa una revancha contra el grupo de Bobby Maduro y compañía, los cuales le habían arrebatado el negocio de la Liga Cubana, al trasladarla hasta el nuevo Gran Stadium del Cerro.

Este pacto resultó un golpe casi mortal a Pasquel. Para rematar, en 1947 Jackie Robinson firmó con los Brooklyn Dodgers y se convirtió en el primer pelotero negro en integrar un equipo de las Grandes Ligas. Poco a poco, los jugadores negros se fueron insertando en las selecciones de las Mayores y la Liga Mexicana perdió uno de sus principales incentivos.

Muchos de los jugadores “castigados” terminaron pidiendo perdón y la mayoría se incorporó a otras Ligas, como la venezolana y la canadiense. En Cuba, la Liga Nacional se desintegró después de solo un año de existencia, pues aunque contaba en sus filas con las principales estrellas del béisbol profesional cubano, su rival, la Liga Cubana, tenía una mejor estructura y mayor cantidad de dinero.

En 1948 los hermanos Pasquel decidieron que ya era suficiente y que no podían mantener el gasto de dólares sin ganancias y decretaron una fuerte reducción de los salarios. La Liga perdió, tal vez, su principal aliciente.

La era de los millones de Jorge Pasquel llegó a su fin en 1951 cuando este recibió una pedrada en cabeza mientras presenciaba un partido y decidió disolver al equipo que había comprado a inicios de los años cuarenta, los azules de Veracruz. Cuatro años después, en 1955, el mundo del béisbol recibió con conmoción la muerte, en un accidente aéreo, de Jorge Pasquel. En los estadios mexicanos se guardó un minuto de silencio por la pérdida de un hombre que intentó cambiar la estructura del béisbol; pero que fue derrotado por una organización que controlaba los millones generados por el béisbol y que estaba dispuesta a todo por defender sus enormes ganancias
Publicado en Habana Radio

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