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Un Contador de cuentos

¿Se unirá el rostro de Contador a estos "ilustres" del ciclismo?
¿Se unirá el rostro de Contador a estos "ilustres" del ciclismo?

Erase una vez un famoso ciclista que lo había ganado todo en su deporte. En su habitación no quedaba mucho espacio para acoger los trofeos de las más famosas carreras, como el Tour de Francia, un Giro de Italia y una Vuelta a España. La felicidad lo embargaba cada día y era aclamado por la prensa y los fanáticos; sin embargo, una tarde se supo en Madrid que algo raro pasaba con él.

Ese “algo” eran los restos de clembuterol, una sustancia prohibida que habían detectado ciertos doctores, durante su última incursión en el Tour de Francia. A la estrella la llamaban Contador y, sin perder ni un minuto, él y su enorme equipo de ayudantes respondieron a las acusaciones. Dijeron que era una infamia, que lo que probablemente habría sucedido fue que en la prueba salieron los restos de un bistec de res que había ingerido algún tiempo atrás en España. Esa carne estaba contaminada con el clembuterol que utilizan ciertos ganaderos, de forma ilegal en Europa, para aumentar el peso de sus vacas y así obtener mayores ingresos, agregó el ídolo.

En su ciudad quisieron creerle. No se veía nada bien en el historial del país que una de sus principales estrellas hubiera competido dopado. Además, el deporte español vivía un momento espectacular, con triunfos colectivos en el fútbol y en el baloncesto, además de los éxitos de Rafael Nadal en el tenis. No, definitivamente no podía ser, decían los pobladores y ciertos medios de comunicación los secundaban; aunque otros, en la misma urbe, movían la cabeza en señal de ¿preocupación? ¿descreimiento? ¿consideración hacia el triple monarca del Tour?
Los villanos llegaron desde el exterior. La Unión ciclística internacional (UCI) lo suspendió de inmediato y en París esperaron—y continúan con la incertidumbre—por conocer nuevos detalles para saber qué hacer con el título de 2010 del ídolo ibérico. Los organizadores del Tour ya habían pasado por la amarga experiencia de retirar la corona a otro tristemente célebre “dios roto”, el estadounidense Floyd Landis, vencedor en 2006. La historia en aquel momento del norteño fue que su cuerpo producía, naturalmente, más testosterona. Durante casi un lustro Floyd se aferró a su cuento; pero no tuvo más remedio que reconocer lo ficticio de aquella comedia de mal gusto.

Cuando más encendida estaba la polémica sobre el Contador, apareció un nuevo detalle que hizo comentar a todos en la comarca. Los villanos (la UCI, la Agencia mundial antidopaje) parecían tener razón, pues una fuente que pidió no ser identificada—un clásico del periodismo—“sin querer” dijo que había algo más que clembuterol en la orina de la estrella. Pruebas más sofisticadas detectaron la presencia de un “plastificante”. Por lo general esto se asocia con las bolsas que han utilizado otros tramposos para trasfundir su sangre, con el objetivo de aumentar la resistencia.

Precisamente la resistencia era algo imprescindible para vencer en el Tour,  la prueba más fuerte del ciclismo. Un anterior corredor, célebre por sus mentiras, el austriaco Bernhard Kohl, sabía bien lo que se requería para ascender en la bicicleta. Al conocer el caso del Contador, decidió que era un buen momento para que todos volvieran a escuchar sus narraciones. “Me hice la prueba antidopaje más de 200 veces durante mi carrera y 100 veces hubo drogas en mi cuerpo. Me atraparon, pero 99 veces me escapé”. Ante tanta sinceridad luego de miles de mentiras, poco se puede agregar sobre Kohl.

Entonces las dudas aumentaron en la comarca; aunque el Contador y sus asesores volvieron a argumentar que aquello no probaba nada. Quizás el plastificante provenía de la envoltura donde estuvo el bistec contaminado, tal vez de otro envase. Además, aseguraron, como la prueba no estaba certificada, cualquiera, y ellos en primer lugar, podrían cuestionar la validez del examen. También agregaron como evidencia exculpatoria el expediente deportivo del Contador que estaba completamente limpio. Sin embargo, después de tantos casos de dopaje en el ciclismo, costaba mucho creer en el ídolo.

El Contador tenía amigos y seguidores que apostaban por su inocencia; pero había otros que parecían regocijarse con todo lo que le sucedía al ídolo. Entre estos estaban los directivos de su anterior equipo, el Astana. Con ellos el español ganó los Tours de 2009 y 2010; pero su decisión de cambiar de club no fue bien recibida por el Astana. Consideraron que era la oportunidad para buscar un desquite, pues el mundo entero dudaba sobre la integridad de su antiguo ciclista. Los ejecutivos “apoyaron” la suspensión de la UCI al Contador y se atrevieron a “exigirle más explicaciones”.

En esta historia de un ciclista que durante años maravilló al mundo con su impresionante pedaleo, que ascendió a las cumbres más complejas de Europa, que ganó las carreras más difíciles del universo… no hay un final definido. Quedan demasiadas interrogantes por responder; pero al menos algo sí es seguro: ninguno de los personajes de esta historia, ni el ídolo, ni especialmente el ciclismo, podrán recordar estos días como momentos que los impulsaron a vivir felices para toda la vida.

Publicado en Cubasí

Vea la versión en inglés de este artículo: Contador of Tales

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