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Mondo Duplantis y la conquista centímetro a centímetro: ¿por qué rompe tantos récords?

El 12 de agosto, en Budapest, Armand “Mondo” Duplantis volvió a hacer historia. Con un salto de 6,29 metros, el sueco-estadounidense estableció su decimotercer récord mundial en salto con pértiga. La escena fue la misma de siempre: expectación en el estadio, silencio en la carrera de aproximación, un roce con el pecho que hizo temblar el listón y, al final, la explosión de júbilo de miles de aficionados conscientes de que acababan de ver un nuevo capítulo de un atleta que parece no tener techo.

La pregunta es inevitable: ¿qué hace tan especial a Duplantis para batir récord tras récord? La respuesta se encuentra en la intersección de la evolución tecnológica, la perfección técnica y una estrategia milimétrica que combina deporte y espectáculo.

De la madera a la fibra: la evolución del salto

Para entender a Duplantis es necesario mirar atrás. El salto con pértiga nació con implementos rígidos, hechos de fresno o bambú. Eran épocas de marcas modestas, cuando ganar en unos Juegos Olímpicos requería superar apenas los 3,30 metros. La gran revolución llegó en los años sesenta, con la introducción de pértigas de fibra de vidrio y luego de carbono.

Ese cambio convirtió al salto en un ejercicio de física aplicada: la pértiga se doblaba, almacenaba energía y la devolvía catapultando al atleta hacia arriba. Con ello, el perfil del pertiguista ideal cambió para siempre: ya no bastaba la fuerza de brazos, se necesitaba la velocidad de un velocista y la coordinación de un gimnasta.

Sobre esa base se erigió la gran figura del siglo XX: Sergey Bubka, quien entre 1983 y 1997 llevó el récord de los 5,85 a los 6,14 metros. Su dominio no fue solo físico, sino estratégico: subía el listón de un centímetro en un centímetro, convirtiendo cada intento en un espectáculo y asegurando bonificaciones económicas. Convirtió la progresión de récords en una narrativa propia.

La creación de un prodigio

En este contexto aparece Duplantis, pero con un guion aún más perfecto. Hijo de un pertiguista y de una heptatleta, creció en un patio que era laboratorio de saltos. Desde niño batió marcas de su categoría y forjó un dominio técnico casi intuitivo. Su elección de representar a Suecia, país natal de su madre, le dio además un escenario europeo de mayor tradición atlética.

Lo extraordinario es que ese niño prodigio no se quedó en promesa. A diferencia de otros talentos precoces, su transición a la elite fue implacable. Con apenas 20 años, en 2020, superó el récord mundial de su ídolo Renaud Lavillenie y dejó claro que el relevo generacional estaba consumado.

Anatomía de un salto perfecto

Lo que distingue a Duplantis no es un solo atributo, sino la fusión de varios:

  • Velocidad explosiva: corre los 100 metros en 10,37 segundos, lo que le permite generar una enorme energía cinética en la carrera.
  • Potencia y control gimnástico: se invierte sobre la pértiga con una precisión quirúrgica, aprovechando cada gramo de energía almacenada.
  • Capacidad de dominar pértigas más rígidas: gracias a su fuerza y técnica, usa implementos que sus rivales no pueden controlar, lo que le ofrece un mayor potencial de altura.
  • Consistencia: ha superado los seis metros más veces que cualquier otro atleta en la historia.

El resultado es una superioridad tan amplia que incluso en días regulares puede imponerse con marcas que para otros serían inalcanzables.

El rey del centímetro

Duplantis ha llevado el modelo Bubka al siglo XXI, con un añadido crucial: la era de las redes sociales. Cada centímetro que sube el listón se convierte en un evento viral, amplificado por videos que recorren el mundo en segundos. Además, las bonificaciones económicas de World Athletics y sus patrocinadores refuerzan el incentivo de mantener la narrativa del “récord constante”.

A diferencia de otros campeones, Duplantis no compite únicamente contra sus rivales. Su verdadero adversario es el listón. Lo convierte en compañero, enemigo y motor de motivación.

Una progresión histórica

Desde aquel primer 6,17 en Toruń (2020) hasta el reciente 6,29 en Budapest, Duplantis ha dejado su huella en distintos escenarios: Glasgow, Belgrado, Eugene, París, Estocolmo. Su dominio es global, tanto bajo techo como al aire libre.

Si Bubka construyó su reinado en 35 récords repartidos entre pista cubierta y aire libre, Duplantis ha logrado más altura absoluta y ha añadido títulos olímpicos y mundiales a su palmarés. En la comparación directa, ya vuela más alto que nadie en la historia.

¿Hasta dónde puede llegar?

La barrera psicológica de 6,30 metros está al caer. Pero muchos especialistas apuntan que el límite real de Duplantis podría rondar los 6,40 o incluso 6,50 metros. Él, sin embargo, prefiere no poner cifras: su filosofía es dejar que la pista y la pértiga hablen.

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