Obtener una medalla olímpica es uno de los principales sueños de un deportista. Los organizadores de las citas estivales cada vez se esmeran más por crear diseños creativos y las preseas de los titulares suelen tener cierta porción de oro. En la primera edición de los Juegos de la era moderna, celebrados en Atenas, en 1896, los griegos tenían problemas financieros, así que no consiguieron el metal dorado para las medallas.
Entonces optaron por recubrir las de los campeones con plata; mientras que las de plata fueron cubiertas con bronce. ¿Qué recibieron los ocupantes del tercer lugar, en los nueve deportes convocados? Ellos tuvieron que conformarse con un diploma. Las preseas en Atenas tenían grabada la palabra Olimpia y también aparecía la cara de Zeus y la de Niké, diosa de la victoria.
Una medalla olímpica tiene un valor simbólico extraordinario; sin embargo, no todos han quedado complacidos al obtener una de ellas. Por ejemplo, las preseas plateadas del equipo norteamericano de baloncesto, que intervino en los Juegos de Múnich, en 1972, todavía siguen guardadas en las bóvedas de un banco suizo y es poco probable que salgan de allí algún día.
La final del baloncesto, en la cita germana, fue muy polémica. Los soviéticos ganaron el desafío, con una canasta en el último segundo; pero los estadounidenses consideraron que los jueces de ese partido estaban parcializados a favor de sus rivales, así que, como protesta, decidieron no asistir a la ceremonia de premiación, ni tampoco recogieron sus medallas.
Otro que tampoco se sintió a gusto con su presea olímpica fue el gran peleador Cassius Clay quien años más tarde, al adoptar al Islam como religión, pasó a ser Muhammad Alí. En los Juegos de Roma, en 1960, Clay tenía 18 años y poseía una fortísima pegada que asombró a todos los expertos y le permitió ganar la división semipesada. Luego, en 1975, cuando ya era campeón de los súper pesados en el boxeo profesional, Alí arrojó su medalla olímpica a las aguas del río Ohio, también como protesta, porque le negaron el servicio en un restaurante que era, en aquella época de grandes discriminaciones raciales, exclusivo para hombres blancos.
En 1996 Alí tuvo el honor de encender el pebetero de la cita estival de Atlanta y durante el intermedio de un juego de baloncesto del llamado “Equipo de ensueño”, los organizadores de la Olimpiada le obsequiaron una réplica de la medalla dorada obtenida por él, en 1960.
A NADO POR EL SENA
En la actualidad las ciudades sedes se esmeran por presentar modernas instalaciones, para todos los deportes; pero esa preocupación no existía en 1900. Los parisinos acogieron a la Olimpiada más larga y peor organizada de la historia y en aquella edición debutó el polo acuático. Los británicos llevaron a un buen equipo y ganaron el evento; aunque lo interesante no fue la selección triunfadora, sino el escenario de competencia. A los franceses se les ocurrió organizar el torneo de polo acuático nada menos que en las aguas del río Sena y como portería se utilizaron pequeños barcos. Los goles eran válidos cuando la pelota golpeaba en cualquier parte de la embarcación. Nadie podrá negar la inventiva de los parisinos; aunque es poco probable que los atletas se hayan sentido bien nadando en el Sena.
LA PUNTERÍA DE UNA PAREJA ESPECIAL
En los Juegos de Londres, en 1908, uno de los elementos más llamativos fue la puntería que mostró una pareja de padre e hijo que representaron a Suiza. Oscar Swahn tenía 60 años y se unió a su hijo Alfred para conquistar el título olímpico en la competencia de tiro sobre ciervo en movimiento, una disciplina que desapareció décadas atrás.
Luego, en Estocolmo, en 1912, Oscar y Alfred repitieron su triunfo en la misma especialidad. Por último, en la cita de Amberes, en 1920, Oscar Swahn conquistó su tercera medalla dorada, cuando tenía 72 años y, por tanto, es el hombre que con mayor edad ha subido a lo más alto de un podio, en una cita estival.