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Jai-Alai en La Habana, una afición no olvidada

Entre las aficiones deportivas habaneras de principios del siglo XX una de las menos recordadas es la cesta punta o Jai-Alai, la modalidad más popular de la pelota vasca.

De acuerdo con el periodista Ciro Bianchi, cuando la pelota vasca llegó a La Habana ya se conocía y practicaba en Brasil, Argentina, Italia, Egipto y, por supuesto, en toda España. En La Habana, días tras día cientos de fanáticos acudían al Frontón Jai-Alai, más conocido como el “Palacio de los Gritos”, para apoyar a sus pelotaris favoritos, muchos de ellos con fama mundial. Sin embargo, al principio esta modalidad deportiva no fue acogida con agrado por las autoridades.

Historia de la pelota vasca en Cuba

La historia del Jai-Alai en Cuba comienza en 1898, un año de momentos decisivos en la historia del país. En este contexto, los hermanos Mazzantini, Luis y Tomás, concibieron la introducción de la cesta punta en La Habana. Ellos solicitaron permiso al ayuntamiento español  para la implantación del juego. En un principio la petición fue aprobada, sin embargo, apenas meses más tardes el mismo ayuntamiento retiró la concesión. No obstante, los intentos de los seguidores del Jai-Alai no concluyeron allí.

Para la práctica organizada de la cesta punta resultaba imprescindible una instalación dedicada por completo a ese fin. A las gestiones personales de Tomás Mazzantini se unió un gran amante de la pelota vasca, Basilio Zarasqueta. Ambos solicitaron, en 1901, una nueva autorización para construir un frontón en terrenos propiedad del ayuntamiento.

Después de varias reuniones, Zarasqueta obtuvo finalmente el tan deseado permiso. En la manzana comprendida entre las calles Lucena, Concordia, Virtudes y Marqués González se comenzó a edificar el frontón.

El inicio parecía la parte más difícil; sin embargo a Zarasqueta se le complicaron los planes a la mitad del proyecto porque para construir la instalación, según los planos, era necesaria una fuerte inversión de capital que ni él ni Mazzantini tenían.

Entonces, ambos hombres redoblaron sus esfuerzos y lograron convencer a varios comerciantes sobre las seguras ganancias monetarias que generaría el juego. Así quedó conformada la Sociedad Anónima de Jai-Alai, con un capital inicial de 100 mil pesos de oro español.  En la primera reunión del grupo fue elegido Manuel Otaduy como presidente, mientras Zarasqueta ocupó el cargo de administrador-secretario.

Cuando todo lucía resuelto, pues la Sociedad contaba con el capital necesario para continuar edificando el frontón, surgieron más dificultades legales. En 1900 ya el ayuntamiento había dado su consentimiento; pero Cuba no era una nación independiente, porque estaba ocupada militarmente por Estados Unidos y, por tanto, las decisiones eran tomadas por los interventores.

Uno de los jefes en La Habana era el juez consejero, coronel Dudley, quien rechazó la construcción del recinto por considerarla “ilegal”. La Sociedad Jai-Alai no tuvo otra alternativa que acudir al gobernador militar Leonardo Wood. Afortunadamente este controvertido hombre era un amante del Jai-Alai y utilizó todo su poder para que continuara la obra.

Las vicisitudes no concluyeron con el apoyo del gobernador. A principios de 1901 el capital inicial de la obra estaba casi agotado y todavía quedaban varios aspectos importantes por concluir en el frontón. Por ejemplo, faltaban las butacas para los espectadores y la malla protectora. Ante el dilema, la Sociedad adoptó la decisión de realizar un gran acto de inauguración para recaudar fondos y con ellos finalmente terminar la construcción.

El 3 de marzo de 1901, más de 300 invitados se dieron cita en el frontón. Entre ellos estaban periodistas, representantes de la colonia vasca, el cónsul de España, el obispo Sbarreti, Alejandro Rodríguez, primera autoridad municipal y hasta el gobernador Leonardo Wood.

El “Palacio de los Gritos”, un lugar único en La Habana

Siete días más tarde comenzaba en el nuevo “Frontón Jai-Alai” la primera temporada oficial de la cesta punta en Cuba. La afición por el nuevo deporte no se detuvo y el edificio se llenaba de público todas las noches. Los aplausos y chiflidos provenientes de ese público fueron las razones que algunos ingeniosos habaneros utilizaron para bautizar al frontón con el nombre de “Palacio de los Gritos”, el nombre con el que pasó a la historia.

En otra parte de su columna dominical en el periódico Juventud Rebelde, el periodista Ciro Bianchi recuerda que la concesión para operar el Palacio cesó durante la presidencia de José Miguel Gómez. El edificio pasó a ser propiedad del Ayuntamiento de La Habana y albergó en sus dependencias al naciente Museo Nacional en 1913; pero en tiempos del mandatario Mario García Menocal se renovó la concesión a la empresa y el frontón reabrió sus puertas en 1918.

El “Palacio de los Gritos” mantuvo su hegemonía hasta 1921, cuando finalizó la construcción de otro recinto, llamado Nuevo Frontón, en el terreno enmarcado por las calles San Carlos, Peñalver, Desagüe y Belascoaín. El Nuevo Frontón fue conocido como el “Palacio de las Luces”.

Sin embargo, la vida del “Palacio de las Luces” fue relativamente corta. En 1923 las deudas eran enormes y el Nuevo Frontón tuvo que cerrar; aunque reconoce Bianchi que el lugar siguió siendo escenario de algunas temporadas de pelota vasca hasta que cerró, definitivamente, tras los daños ocasionados en su estructura por el ciclón que azotó a la capital cubana en 1926.

El desarrollo de la pelota vasca en Cuba se detuvo durante más de una década y solo en 1937, con el fin de la Guerra Civil española, continuaron las temporadas. Hoy la pelota vasca se practica en muchos lugares del mundo, aunque solo aparecen reconocidas una treintena de federaciones nacionales (entre ellas la de Cuba) y el nivel está  concentrado en pocos países como Francia, España, México, Argentina, Cuba y Uruguay.

La pelota vasca ha estado presente en tres Juegos Olímpicos: París 1924, México 1968 y Barcelona 1992, pero siempre con carácter de exhibición y solo porque las tres sedes son las principales potencias de la disciplina a nivel mundial.

Ya apenas se recuerdan; pero de seguro en la historia del deporte cubano quedarán guardadas, para siempre y con un aire romántico, las tardes de Jai-Alai, vividas en las primeras décadas del siglo XX, cuando la pelota vasca atraía al “Palacio de los Gritos” a miles de personas, ansiosas por ver el desempeño de varios de los mejores jugadores del mundo.

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