Luka Modric ha pasado de ser un futbolista subvalorado a una sobrevaloración absoluta que lo ha llevado a recibir el Balón de Oro 2018, el premio más importante del año (sí, el The Best de la FIFA ya sabemos que despierta menos atención), por delante de jugadores campeones mundiales…y de Cristiano Ronaldo, cuyo ego es incapaz de asimilar que cualquier otro reciba un galardón que él considera suyo. Esta “tendencia” a ignorar a los que levantan la copa de oro macizo es, cuando menos, preocupante. Comenzó en 2010, cuando los periodistas obviaron a Iniesta y Xavi y ahora pasaron de largo ante Antoine Griezmann.
El croata es un jugador que despierta simpatías, tuvo una muy buena Copa Mundial, aunque no pudo impedir que Francia arrollara a su equipo en la final, y ganó, como parte del Real Madrid, por tercera ocasión consecutiva la Liga de Campeones de la UEFA. Sus méritos son absolutamente irrebatibles; pero soy de los que cree que, cada cuatro años, a no ser que ocurra como en 2014, cuando estaba claro que Manu Neuer no merecía el Balón, el campeón de la Copa Mundial debe recibir, como premio, que uno de sus jugadores sonría en París. Sucedió en 1998, cuando Zinedine Zidane metió dos goles de cabeza y llevó a Francia a su primer título; volvió a ocurrir en 2002, cuando los goles de Ronaldinho dieron la quinta corona a la canarinha y, en 2006, los periodistas que votan en la encuesta de France Football reconocieron, con justeza, que lo realizado en defensa por Fabio Cannavaro, en el Mundial de Alemania, valía un Balón de Oro.
Griezmann había aseverado, en varias ocasiones que este año el premio lo merecía un francés. Probablemente se estuviera autonombrando porque ya sabemos que la humildad no es su fuerte; pero concordé con el delantero del Atlético de Madrid. En realidad, él merecía el premio y terminó tercero en la votación, muy por detrás de Modric y CR7. En el entorno del portugués poco faltó para que quemaran carteles contra Florentino, el supuesto “arquitecto” de la falta de premios del jugador de la Juventus.
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Lio Messi, por primera vez desde 2007, quedó fuera del podio y como en los últimos tiempos eso de socializar cuando no lo van a premiar no se le da bien, pues optó por quedarse en Barcelona; mientras Cristiano Ronaldo no quiso utilizar su jet privado para trasladarse hasta París, porque intuía que, tal y como sucedió con The Best, no podría ser sonreír delante de Florentino Pérez. Tanta “entrega y compañerismo” de los dos mejores futbolistas del mundo abruma.