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La elección de Miguel Ángel González

Miguel Ángel González en su época de receptor
Miguel Ángel González en su época de receptor

Era el séptimo y decisivo juego de la Serie Mundial de 1946.
Los Medias Rojas de Boston trataban de terminar con la llamada Maldición del Bambino, esa que los perseguía desde su último título mundial en 1918. Pero enfrente tenían a los Cardenales de San Luis, un rival que había sido capaz de descontar grandes desventajas en la serie y ahora, en el séptimo juego, cualquier cosa era posible.

El desafío llegó al noveno episodio con un empate a tres carreras en el marcador. Con dos outs, los Pájaros Rojos colocaron a un hombre en primera base, el veloz Enos “Country” Slaugter. El bateador en turno, Harry Walter, le hizo swing a un lanzamiento alto y conectó un fly que picó entre el jardinero izquierdo y el central. Slaughter avanzó hasta tercera, pero al llegar allí, el coach se dio cuenta que el jardinero izquierdo, Ted Williams, se había demorado en devolver la pelota al torpedero Joe Pesky y le ordenó a Slaughter que siguiera hasta el home plate.

Pesky tardó mucho en reaccionar y Slaughter fue capaz de vencer el tiro de relevo y su espectacular deslizamiento le dio el triunfo en la Serie Mundial a los Cardenales.
Mientras todos los jugadores felicitaban a Slaughter, pocos fueron capaces de reconocer que había sido el coach de tercera base, el cubano Miguel Ángel González quien había dado la audaz orden.
La historia del béisbol cubano tiene en un sitial muy alto el nombre de Miguel Ángel González quien se destacó como receptor en las Grandes Ligas por más de dos décadas y también brilló como director y propietario del equipo Habana en la Liga profesional. Miguel Ángel comenzó su vida en el béisbol en Regla, su pueblo natal, y debutó con el club Fe en 1910.

Un año más tarde se incorporó a los Leones de La Habana, luego regresó al Fe y jugó nuevamente con los Leones por 22 temporadas más. Los datos estadísticos de Miguel Ángel en la Liga cubana pueden considerarse como muy buenos: participó en 370 encuentros y promedió para 290 de average, conectó 55 dobles, 20 triples, 12 cuadrangulares y se robó 83 bases.

Además, en la campaña de 1932-33, terminó como líder de los bateadores con un promedio de 432, 19 imparables en 44 turnos al bate. Aunque como jugador Miguel Ángel tuvo buenos resultados, en realidad su mayor mérito en Cuba fue como director.

Su carrera al frente del club Habana se inició en la temporada de 1914-15 y el debut fue por todo lo alto ya que los Leones, el club con mayor tradición de la Liga cubana, ganaron el título con récord de 23 triunfos y solo 11 fracasos. Después del éxito inicial, Miguel Ángel obtuvo otros 13 campeonatos, siempre con La Habana.

Su pasión por los Leones fue muy grande, a tal punto que en 1947 Mike, como también le decían, adquirió todas las acciones del club y se convirtió en dueño absoluto de los destinos de Los Leones.
El golpe económico y sentimental fue muy grande para Miguel Ángel cuando, en 1961, el gobierno revolucionario terminó con el béisbol profesional y dio paso a la Serie Nacional.

Los propietarios de los otros equipos partieron definitivamente hacia los Estados Unidos; pero Mike decidió quedarse en su país hasta el final de sus días. Esa fue una decisión que muchos de sus antiguos amigos y socios de negocios siempre le reprocharon ya que en los Estados Unidos Miguel Ángel también era muy respetado por sus más de tres décadas dedicadas al béisbol. En 1912 una selección de jugadores cubanos dio una gira por varios estados de la Unión y allí Miguel Ángel llamó la atención de varios buscadores de talentos de las Grandes Ligas.

Ese mismo año los Bravos de Boston, de la Liga Nacional, le ofrecieron un contrato y así comenzó la carrera de Mike en las Mayores. Con anterioridad ya otros tres cubanos habían formado parte de equipos de las Mayores: Esteban Bellán, Armando Marsans y Rafael Almeida.
Todos ellos eran blancos, un requisito indispensable, además de la calidad del jugador, para poder jugar en un país donde la barrera racial impedía que peloteros negros se “mezclaran” con selecciones blancas.

Esta prohibición imposibilitó que grandes estrellas cubanas como José de la Caridad Méndez, Cristóbal Torriente y Martin Dihigo, por solo citar tres nombres, pudieran brillar en la llamada Gran Carpa. Después de su paso por el Boston, Miguel Ángel jugó para los Rojos de Cincinnati, los Cardenales de San Luis, los Gigantes de Nueva York y los Cachorros de Chicago. Como receptor de estos equipos tuvo un average de 253, producto de 717 imparables en 2829 turnos oficiales al bate, disparó 123 dobles, 19 triples y 13 jonrones.

Como lo indican sus números, Miguel Ángel destacaba por su excelente defensiva, lo que llevó a ser el mejor máscara defensivo en la Liga Nacional en 1925, 26 y 29.

En los Estados Unidos Miguel Ángel participó en una Serie Mundial, como jugador, en 1929.
Ese año los Cachorros de Chicago, su equipo, perdieron 4-1 ante los Atléticos de Filadelfia.
La actuación en esa Serie de Mike fue corta ya que apenas jugó un partido a la defensa y tuvo un solo turno al bate. Cuando decidió retirarse del béisbol activo, Miguel Ángel encontró trabajo como coach de la línea de tercera en los Cardenales de San Luis, con los que participó en tres Series Mundiales, 1934, 42 y 46.

En el receso de las Grandes Ligas, Mike regresaba a La Habana para dirigir a los Leones en la temporada invernal de la pelota cubana y así sus dos profesiones, como director y coach, se complementaban y le daban una visión más profunda del juego.

Esa visión y capacidad para comprender el béisbol le permitió a Miguel Ángel entrar a la historia de las frases célebres del deporte de las bolas y los strikes.
En una ocasión, durante la temporada de 1924, la gerencia de los Cardenales de San Luis le pidió a Miguel Ángel que evaluara al receptor Moe Berg, uno de los prospectos más grandes de los Pájaros Rojos. Mike lo observó jugar y luego le envió a los directivos un escueto telegrama que decía: good field, no hit, algo así como buen fildeador pero mal bateador.

Esa frase ha quedado para referirse a aquellos jugadores con habilidades defensivas pero poco poder al bate. Miguel Ángel también entró en la historia como el primer latinoamericano que ejerció la dirección de un equipo de las Grandes Ligas.

A finales de 1938 el manager de los Cardenales, Frisch, fue despedido y entonces Mike, como coach, recibió las riendas del equipo para los últimos 16 juegos de la campaña. Su récord fue de 8 triunfos y 8 fracasos.

Luego, en 1940, asumió nuevamente la dirección de los Cardenales, aunque por un breve período de tiempo, solo 7 juegos, en los que acumuló 1 victoria y sufrió 6 descalabros. En otras oportunidades le ofrecieron la dirección de los Cardenales pero él se rehusó y su explicación fue esta: un buen coach tiene trabajo asegurado. Los managers son despedidos cuando los equipos pierden”.

Cuentan los que lo conocieron en los últimos tiempos que Miguel Ángel González se mantenía informado acerca del desarrollo de las Series Nacionales y que también sentía admiración por varios peloteros.

Él fue, no lo dudemos, una de las mayores glorias del béisbol cubano. Miguel Ángel falleció en su país natal en 1977.

3 comentarios

  • Mario

    Muy bueno el comentario, solo una precisión, lo narrado acerca del 7mo juego de la serie mundial del 46 ocurrió en la parte baja de la octava entrada. Slaughter abrió con hit al CF y luego de los outs de Kurowski y Rice, vino el batazo de Walker que se anotó como doble y que permitió la entrada de Slaughter con la que a la postre definiría el partido.
    En el inicio de la novena, a pesar de abrir con dos hits seguidos, Boston no pudo anotar y el juego terminó favorable a los Cardenales 4×3

  • Esteban Romero

    La leyenda en Cuba dice una cosa y Slaughter se cansó de afirmar otra. Realmente no sé a quién creerle. Los cubanos repetimos que Mike Glez. mandó a Slaughter para home, pero el Country ha afirmado que Mike lo quiso aguantar. Esta jugada es realmente impresionante y sólo se consigue por sorpresa.

    • Saludos Esteban y gracias por su comentario…Esa jugada sin dudas queda guardada en las «Leyendas» de la pelota cubana…Yo tampoco sé a quién creerle, porque aparecen varias versiones de un mismo hecho

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