
El universo del ajedrez, tan amante de sus tradiciones como curioso ante los cambios, acaba de sumar una nueva pieza a su complejo tablero de competencias: el Total Chess World Championship Tour, un proyecto impulsado por Norway Chess y aprobado oficialmente por la FIDE. La idea suena ambiciosa: coronar al “Campeón Mundial Combinado” entre los mejores jugadores del planeta, tras medirlos en tres formatos distintos: “fast classical”, rápido y blitz. Una especie de triatlón ajedrecístico que busca premiar la versatilidad total.
Una apuesta noruega para reinventar el espectáculo
El nuevo circuito, con una bolsa anual de 2,7 millones de dólares, promete recorrer varias ciudades del mundo y celebrar cuatro torneos por temporada. El formato “fast classical” (45 minutos + 30 segundos de incremento) será reconocido oficialmente como tiempo clásico, algo que ya provoca debates encendidos.
Kjell Madland, CEO de Norway Chess, lo explica con claridad:
“Queremos encontrar al jugador total, capaz de adaptarse a todos los ritmos del ajedrez moderno.”
La FIDE, encabezada por Arkady Dvorkovich, respalda la idea con entusiasmo: la presenta como una forma de innovar sin reemplazar al tradicional campeonato del mundo clásico. En teoría, ambos convivirán. En la práctica, habrá que ver si el público y los jugadores perciben esa diferencia.
Carlsen aplaude… y las redes arden
Era imposible que Magnus Carlsen, siete veces ganador del Norway Chess y ex campeón mundial clásico, se mantuviera al margen. Su apoyo fue inmediato: calificó el proyecto como“un paso bien pensado para desarrollar el ajedrez, que refleja mejor las fortalezas totales de los jugadores.”
Para Carlsen, que abandonó el ciclo del campeonato clásico en 2023, aburrido de la preparación interminable, el nuevo formato representa un ajedrez más dinámico y accesible, acorde a los tiempos del streaming y las audiencias digitales.
No sorprende, entonces, que algunos lo vean como el renacimiento de la “Magnus Tour”: un evento hecho a su medida, con reglas más cómodas para su estilo versátil.
Giri, Polgar y Nakamura: la resistencia del tablero
La comunidad ajedrecística, sin embargo, no tardó en dividirse.
- Anish Giri, con su ironía habitual, tuiteó: “The Magnus Tour is back.” Un mensaje corto, pero suficiente para encender la discusión sobre si este campeonato es realmente una iniciativa colectiva o un vehículo para traer de vuelta al noruego a la cima mundial.
- Susan Polgar fue más contundente: cuestionó la necesidad de un título adicional cuando ya existen campeonatos del mundo en las tres modalidades. Recordó que el llamado “Triple Crown” —ganar los tres títulos— ha sido una rareza histórica lograda solo por tres ajedrecistas. “¿Para qué unirlos si pueden coexistir como los torneos de tenis en distintas superficies?”, se preguntó.
- Hikaru Nakamura, fiel a su estilo, fue el más crítico. Lo consideró “fluff total”, una copia del Grand Chess Tour “con peor branding y sin propósito real”. Además, atacó la decisión de considerar partidas de 45 minutos como clásicas:
“Eso no es ajedrez clásico y nunca debería serlo.”
Nakamura teme que esta multiplicación de formatos erosione el prestigio del campeonato mundial tradicional y confunda al público en un calendario ya saturado.
Entre la innovación y la inflación de títulos
Y aquí está el punto de inflexión. Nadie puede negar que el Total Chess World Championship introduce aire fresco: partidas más rápidas, formatos televisivos, interacción con el público, y una FIDE más abierta a experimentar. Pero también es cierto que el ajedrez se enfrenta a una inflación de coronas: campeón del mundo clásico, campeón de rápidas, campeón de blitz, campeón de Chess960, y ahora campeón combinado.
¿Hasta qué punto esta fragmentación fortalece el ajedrez o lo dispersa?
En el fútbol o el tenis, los títulos son múltiples, pero bien jerarquizados. En el ajedrez, la proliferación de “mundiales” puede terminar diluyendo la noción de supremacía, especialmente entre los nuevos públicos.
La lectura final: una idea valiente, pero con riesgos
Norway Chess y la FIDE han logrado lo que pocos imaginaban: crear un nuevo campeonato del mundo desde cero, con respaldo institucional y ambiciones globales. Carlsen lo apoya, los organizadores se ilusionan y los debates hierven. Eso, por sí solo, ya significa que el proyecto ha tocado una fibra importante.
Personalmente, no veo el Total Chess World Championship como una mala idea. De hecho, me parece una propuesta inteligente y necesaria para conectar el ajedrez con una audiencia más amplia y menos rígida. Pero también creo que el mayor reto no será logístico, sino conceptual: definir qué significa hoy ser “campeón del mundo” en un juego que ya tiene demasiadas coronas.
Porque si todos son campeones, ¿quién es realmente el rey?