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Anatoly Karpov, el campeón mundial al que Botvinnik subestimó

El genial Mijaíl Botvinnik fue categórico cuando se refirió a un joven chico, de solo 12 años, que había sido aceptado un tiempo atrás en su escuela de niños prodigios: “el muchacho no tiene la menor idea sobre ajedrez y no hay futuro para él en esta profesión”. Ante criterios tan adversos, quizás no pocos hubieran decidido no dedicarse por completo al llamado juego ciencia, pero Anatoly Karpov optó por demostrarle al veterano Gran Maestro que estaba equivocado. Una década más tarde, Karpov se proclamó campeón mundial e inscribió su nombre entre los jugadores que más han influido en el desarrollo de este deporte, mitad arte, mitad ciencia.

Los inicios en la escuela de Botvinnik no fueron los más promisorios, pero Karpov reforzó el estudio y en 1966, con 15 años, igualó el récord de Boris Spassky, al convertirse en el Maestro nacional soviético más joven de la historia. En 1969 se proclamó campeón mundial juvenil y no pocos esperaban que, en la década del ochenta, el talentosísimo jugador luchara por la corona universal. Karpov tenía esa misma idea, solo que decidió llevarla a cabo mucho antes de lo que otros habían pronosticado. En 1974 asombró a todos al superar en los matches de candidatos a Lev Polugaevsky por un aplastante +3=5; luego pasó por encima de Spassky quien buscaba una revancha ante el entonces monarca, el polémico Bobby Fischer y, en la final, venció a Viktor Korchnoi, por +3-2=19. De esta forma, quedó fijado el nuevo duelo por el título universal, nuevamente entre un representante de la Unión Soviética y un estadounidense, en un momento en el que la Guerra Fría todavía podía sentirse con mucha intensidad.

El esperado match nunca llegó a celebrarse. Al igual que hizo en el duelo de 1972, en Reyjavik, Fischer comenzó a realizar demandas, pero esta vez no fueron escuchadas. El estadounidense quería que el ganador fuera el primero en ganar 10 partidas, sin contar las tablas y que, en caso de empate a nueve, el campeón (o sea, él mismo) retuviera la corona. La Federación internacional de ajedrez (FIDE) no cedió a la presión de Fischer y como este no aceptó renegociar las condiciones del match, entonces perdió, sin jugar, el título.

Karpov pasó los siguientes años tratando de demostrar que él era el legítimo campeón. En 1978, Korchnoi ganó los matches de candidatos y obtuvo el derecho de retar al campeón. Aquel fue un encuentro extremadamente polémico, celebrado en Baguio, Filipinas. Los dos jugadores cruzaron acusaciones sobre supuestas “tácticas sucias” para distraer al rival. Karpov tomó ventaja de 5-2 y todo parecía decidido; sin embargo, Korchnoi mostró una admirable recuperación e igualó el marcador a cinco; no obstante, el campeón recuperó fuerzas y al alcanzar su sexta victoria retuvo la corona.

Tres años más tarde, Korchnoi sorprendió al convertirse otra vez en retador; pero el nuevo duelo no tuvo nada que ver con el anterior, pues en Merano, la urbe italiana que acogió el encuentro, prevaleció fácilmente Karpov, por +6-2=10. Nadie lucía capaz de detener al campeón, hasta que apareció en la escena ajedrecística un joven azerí, nacido en Bakú, extrovertido, sin pelos en la lengua y genial frente al tablero: Garry Kasparov.

El primero de los cinco matches por la corona entre las dos K se desarrolló en 1984, en Moscú y y duró una “eternidad”, nada menos que cinco meses. Las reglas de la FIDE establecían que el ganador sería aquel que alcanzara seis victorias y muchos pensaron que, tras colocarse delante 4-0 después de solo nueve partidas, Karpov retendría, sin mayores problemas, su título; sin embargo, el retador resistió el empuje y con dos victorias consecutivas en los cotejos 47 y 48 se acercó en el marcador, 5-3. En ese momento, el presidente de la FIDE, el filipino Florencio Campomanes, intervino para cancelar el match, porque consideró que tanto tiempo de enfrentamiento podía dañar la salud de los jugadores. Kasparov nunca creyó ese argumento y odió cordialmente a Campomanes por el resto de su vida. Un año más tarde, en 1985, en Moscú, se produjo el rematch, aunque para evitar situaciones embarazosas, la FIDE estableció que el límite de partidas sería de 24 y, en caso de empate a 12 puntos, el campeón retendría el título.

Kasparov llegó con ventaja de 12 a 11 a la última fecha. Karpov necesitaba una victoria para mantenerse en el trono, así que arriesgó todo; pero terminó cediendo la partida y el título. No hubo que esperar mucho para el tercer match, pues en 1986, Londres y la entonces Leningrado compartieron la sede del duelo que favoreció al “Ogro de Bakú” por la mínima, 12,5 – 11,5. En 1987 volvieron a chocar, en Sevilla, y este fue el enfrentamiento más cerrado de todos. En la penúltima partida, con el marcador igualado, Kasparov cometió un gravísimo error que fue aprovechado de inmediato por Karpov para tomar la delantera. Quedaba solo una partida y el retador necesitaba una tabla para reconquistar el cetro. No pudo ser. Kasparov jugó de manera precisa y derrotó a Karpov, por lo que el match concluyó 12 a 12 y, de acuerdo con las reglas, el “Ogro” retuvo la corona.

El quinto y último match entre las dos K más famosas del ajedrez se realizó en 1990, con sede compartida entre Londres y Lyon. Kasparov volvió a imponerse, 12,5 a 11,5. Tres años más tarde, Nigel Short ganó los matches de candidatos, así que el mundo celebró que el siguiente encuentro por la corona finalmente mostrara a un contendiente diferente. Entonces se produjo la situación más tensa que ha vivido la FIDE en su historia: Kasparov y Short no aceptaron las reglas establecidas y decidieron romper con la FIDE y crear su propia organización: la Asociación de ajedrecistas profesionales. El cisma en el ajedrez duró trece años y, en ese período, el mundo tuvo dos campeones, hasta que en 2006 se logró la ansiada reunificación del título.

Después de la salida de Kasparov, en 1993, la FIDE le pidió a Karpov y al holandés Jan Tillman que efectuaron el match por la corona. El ruso venció sin mayores problemas y de esta forma fue reconocido nuevamente como campeón mundial de la FIDE. Luego, en 1996, Karpov mantuvo el cetro, tras derrotar al estadounidense Gata Kamsky, por +6-3=9. La FIDE continuó “innovando” y para el siguiente ciclo del campeonato mundial estableció un sistema de matches cortos, que involucraban a los mejores jugadores del momento, mientras, Karpov, como vigente monarca, tuvo un lugar garantizado en el duelo final. En 1998 su retador fue el indio Viswanathan Anand y en este choque prevaleció la veteranía del ruso que, tras igualar el cotejo a tres puntos, ganó las dos partidas rápidas de desempate.

Esta fue su última defensa. En 1999, la FIDE persistió en aplicar el mismo sistema, aunque con una “ligera” diferencia: el campeón no tuvo un cupo asegurado en la final. Esto molestó enormemente a Karpov, quien decidió no participar en el ciclo y, por tanto, como sucedió antes con Fischer y Kasparov, la FIDE lo despojó del título de campeón.

Karpov nunca quiso alejarse del tablero de juego. En 2010 trató de convertirse en presidente de la FIDE; pero su campaña, en la que fue apoyado por su antiguo acérrimo enemigo, Kasparov, y por el genial Magnus Carlsen, no convenció a las suficientes federaciones, así que Karpov perdió las elecciones ante el todavía titular de la FIDE, Kirsan Ilyumzhinov.

KARPOV EN CUBA

Karpov ha visitado Cuba en tres ocasiones. La primera vez fue en 2004, cuando participó en una enorme simultánea, de más de 11 mil tableros, celebrada en Santa Clara, que marcó el cierre de la II Olimpiada del deporte cubano. Cuatro años más tarde, Karpov retornó al país e intervino en otra simultánea, efectuada en la Universidad de las Ciencias Informáticas; además, en ese viaje visitó la tumba de José Raúl Capablanca, en el cementerio de Colón y dictó una conferencia en el Aula Magna de la Universidad de La Habana. Su último viaje ocurrió en junio de 2010 y coincidió con la celebración del Memorial Capablanca. En ese momento, el ex campeón se encontraba en plena campaña presidencial y trató de buscar apoyo (sin éxito) de la Federación cubana. Nunca más ha regresado.

Publicado en Cubahora

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