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El legado de Juan Antonio Samaranch

Su muerte provocó una gran conmoción en el mundo. Miles de personas asistieron a su funeral y en distintos medios de comunicación aparecieron notas biográficas en las que los autores coincidieron en determinadas ideas alrededor del presidente honorario del Comité olímpico internacional (COI), Juan Antonio Samaranch: lo llamaron el “más influyente de los titulares” y el “hombre que salvó al olimpismo”.

Samaranch nació en Barcelona, en 1920, así que se entiende perfectamente su gran apoyo a la candidatura de la Ciudad Condal para la cita de 1992. Su primer encuentro con el deporte fue a través del hockey sobre patines y llegó a ser entrenador y presidente de la Federación española de esa modalidad entre 1954 y 1956.

La nación ibérica vivía bajo la dictadura de Francisco Franco y Samaranch fue escalando posiciones hasta ser nombrado Delegado nacional de educación física y deportes, un cargo en el que se mantuvo cuatro años. Luego ocupó la presidencia del Comité olímpico español.

De acuerdo con varias reseñas, Samaranch ingresó al COI en 1966 y en el organismo ejerció diversas funciones: jefe de protocolo y también vicepresidente (1974-1978). Un poco después, en 1980, optó por la presidencia y en la votación superó a los otros tres aspirantes.

Samaranch fue elegido como el séptimo titular del COI y sustituyó a Lord Killanin. Ya estaba más familiarizado con el escenario que tendría que dirigir, pues durante tres años había sido el embajador español en la entonces Unión Soviética y Mongolia; aunque su inicio en la máxima posición del organismo rector del movimiento olímpico resultó en extremo difícil.
Las citas de 1972 y 1976 habían sido muy complicadas. En Munich un secuestro provocó la muerte de nueve atletas israelíes; mientras, Montreal fue un gran fracaso económico que hizo que muchas ciudades se replantearan la intención de competir por la sede. A todo este panorama previo, se agrega el boicot de varios países, encabezados por Estados Unidos, a los Juegos de Moscú, en 1980.

Para complicar más la situación, en Los Ángeles, en 1984, otra vez hubo ausencias de naciones importantes, entre ellas la Unión Soviética. Con todo esto lidió Samaranch y en medio de la reconfiguración del mapa geopolítico mundial a partir de finales de los años ochenta, el reto pareció mayor para el COI.

Entonces vino la Olimpiada de Barcelona, en 1992, la cual es considerada, junto con la de Beijing, como la mejor de todos los tiempos. Sin dudas Samaranch influyó para que su ciudad natal recibiera los Juegos que marcaron un cambio notable con versiones anteriores, porque por primera vez compitieron atletas profesionales en varios deportes.

Otro de los grandes problemas que afrontó el español fue el del financiamiento de las citas estivales. Tal vez el asunto haya sido más difícil de resolver; pero Samaranch concibió al patrocinio olímpico y a las ventas de los derechos de transmisión televisiva como elementos claves para sacar al olimpismo de una supuesta bancarrota en la que se encontraba. Casi dos décadas después de implementada la nueva estrategia, las ganancias del COI y las ciudades organizadoras hablan por sí solas, dirían no pocos.

Tampoco se puede olvidar el rol desempeñado por Samaranch en la lucha contra el dopaje y cómo sus medidas y negociaciones fueron esenciales para la aprobación, en 1999, de la Agencia mundial antidopaje. Además, él abrió más puertas a los deportistas quienes crearon su respetada “Comisión de atletas”.

El interés de Samaranch por resguardar la historia del movimiento quedó reflejado en el Museo olímpico que tanto apoyó y que fue inaugurado en 1993, en Lausana, Suiza.

Quizás la última preocupación de Samaranch haya sido el enorme escándalo en la elección de Salt Lake City como sede de los Juegos olímpicos de invierno de 2002. En 1996 se anunció la candidatura ganadora; sin embargo, tres años más tarde se supo que algunos miembros del COI fueron sobornados con costosos regalos por organizadores norteamericanos. Esto provocó una seria crisis de credibilidad que Samaranch tuvo que contrarrestar con reformas al sistema de selección y la inmediata separación del COI de las personas que recibieron los sobornos.

Luego de 21 años como titular, solo superado por los 29 que estuvo Pierre de Coubertin, Samaranch decidió no presentarse a la reelección en 2001. Su puesto lo ocupó el belga Jacques Rogge y en la misma reunión de Moscú, el español fue nombrado “Presidente honorario del COI”. Su influencia se mantuvo y por eso cuando en octubre de 2009 Samaranch subió al estrado y dijo: “tengo 89 años, estoy al final de mi vida, os pido la concesión de los Juegos para mi ciudad”, muchos creyeron que Madrid recibiría la sede de 2016; pero esas palabras no fueron suficientes y por primera vez en la historia, las Olimpiadas viajarán al sur de Latinoamérica.

El legado de Samaranch es innegable. El movimiento olímpico le debe mucho a este hombre que trabajó intensamente por su mejoramiento; aunque las comparaciones nunca son justas y en estos días de pesar por su fallecimiento algunos han dicho que su figura fue más influyente que la de Coubertin. ¿Qué sentido tiene analizar eso ahora? Épocas distintas, contextos diferentes, legados imperecederos. Dos leyendas del olimpismo. Eso debería bastar.

Publicado en Cubasí

3 comentarios

  • Armando

    Miguel:
    Muy bonito y justo tú tributo a Samaranch. Con relación al tema escribí una pequeñita nota de condolencia en nombre de los aficionados al deporte en Cuba, a mi amigo y destacado historiador olímpico español Fernando Arrechea, quien mantuvo estrechos vínculos con Samarancha y esta fue su respuesta:

    Querido Armando:

    Muchas gracias por tu sentido pésame en este día tan triste.
    Lo haré llegar al entorno del señor Samaranch, cuyo cariño hacia Cuba, su pueblo y sus deportistas, me consta.
    Un abrazo,

    Fernando Arrechea

    Pues, mi hermano, un motivo más para admirarlo y recordarlo.

    Saludos

    Armando

    • micolumnadeportiva

      Saludos Armando, gracias por tu comentario, muy bien la idea de enviar las condolencias. Samaranch estuvo en Cuba y tuvo, por lo general, aproximaciones positivas hacia el deporte cubano. El presidente del COC, José R. Fernández, también envió una nota de condolencia. He leído en algunos medios notas que intentan presentar un pasado franquista de Samaranch e incluso lo acusan de incentivar la comercialización del deporte. Por supuesto que se repestan todos los criterios; pero creo que su figura no debiera descontextualizarse.

  • Armando

    Coincido plenamente con tú opinión. Sin dudas, al catalán le tocó vivir épocas muy duras dentro y fuera de su país.Ya había leído algunas de esas notas. Por cierto, no sé si se publicó en los medios nacionales, pero también se hizo mucho énfasis en las ofrendas de Fidel y Raúl. Lo cierto es que dejó una huella imborrable en el olimpismo.
    Salufos

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