Quizás nunca antes en la historia del béisbol un país campeón mundial “seleccionó” a un equipo tan débil para defender su corona, como acaba de suceder con Estados Unidos; sin embargo, este no parece ser un tema relevante en las Grandes Ligas, donde continúa la disputa entre el Sindicato de jugadores y el gobierno federal por la famosa lista de los 104 hombres que dieron positivo en un control antidoping en 2003.
En 2007, los norteamericanos ganaron la XXXVII Copa Mundial, celebrada en Taipei de China, al vencer en la final a Cuba seis carreras por tres. Este fue su tercer título mundial, el primero desde 1974, y su segunda mejor actuación en eventos internacionales, solo superada por la corona olímpica en la cita estival de Sydney 2000.
Los estadounidenses llevaron a Taipei a un equipo compuesto por varios de sus talentos más brillantes de Triple A, como el tercera base Evan Longoria quien un año después mereció el premio al novato más destacado de la Liga Americana. El director Davey Johnson contó, además, con un excelente cuerpo de lanzadores, en especial los relevistas; sin embargo, la selección para la Copa 2009 luce muy alejada de la calidad de aquella.
Todo se reduce a un problema de fechas. El Mundial de 2007 se realizó en noviembre y en ese mes ya había terminado la temporada de la Major League Baseball (MLB), por lo que las franquicias no tuvieron ningún problema—aparentemente— en ceder a algunos de sus más prominentes talentos; pero ahora el panorama es diferente.
De los 23 peloteros que forman la selección que intentará retener su corona, 15 juegan en Triple A y ocho en Doble A. En total, 16 equipos de las Mayores aportaron atletas, solo que, como indica la lógica, estos no son sus principales prospectos, pues el campeonato se acerca a su etapa más complicada y luego vendrán los play offs. Nadie quiere arriesgarse a “perder” a un jugador que pudiera ser incluido en la nómina principal.
Así que los campeones de 2007, dirigidos esta vez por Eddie Rodríguez, el coach de tercera base en Sydney 2000, aunque seguramente avanzarán a la segunda fase del torneo, podrían quedar lejos de su excelente actuación en Taipei.
Este debería ser un tema de importancia en el béisbol norteamericano; pero ya se sabe que lo que no se relaciona con las Grandes Ligas, no es noticia. Otros asuntos ocupan la agenda de los directivos, especialistas y también de los fanáticos. Además de la clasificación a la postemporada, el conflicto entre el Sindicato de jugadores y el gobierno por la polémica lista donde aparecen 104 hombres descubiertos dopados en 2003 ha llegado a los titulares de los medios.
La historia es sencilla y al mismo tiempo en extremo complicada. En 2003 las Mayores seleccionaron al azar a más de 240 jugadores quienes entregaron una muestra de orina. Los exámenes se mantendrían en secreto y no habría ninguna penalidad para los que dieran resultados positivos. El objetivo era determinar si existía o no el dopaje en la llamada Gran Carpa.
En ese contexto apareció el caso del laboratorio BALCO, en San Francisco, donde se desarrolló una sustancia, la THG, que ayudó a varios atletas, no solo del béisbol, a mejorar su rendimiento. Peloteros estrellas, con millonarios salarios, como Barry Bonds, Jason Giambi o Gary Sheffield fueron vinculados a la THG.
Después de las pruebas, en 2004 finalmente se llegó al primer acuerdo antidoping que incluyó “sanciones” ridículas, con apenas 10 juegos de suspensión para los tramposos. El poderoso Sindicato de jugadores se negó a aceptar castigos más altos, para así proteger los “intereses” de sus miembros que pagan una cuota por pertenecer a esa organización.
Investigadores federales del caso BALCO le exigieron a los dos laboratorios autorizados por las Mayores la entrega de los resultados de dichos exámenes y desde ese momento la lista comenzó su largo litigio legal.
Durante cinco años los investigadores y el Sindicato se enfrentaron en los tribunales por la lista. El asunto se complicó aún más cuando algunos medios de comunicación obtuvieron y publicaron aparentes “filtraciones” de algunos nombres incluidos en la tan mencionada lista, entre ellos Alex Rodríguez, Sammy Sosa, David Ortiz y Manny Ramírez.
Solo Alex Rodríguez, el pelotero mejor pagado en las Grandes Ligas, reconoció la utilización de sustancias prohibidas entre 2001 y 2003, etapa en la que jugaba para los Rangers de Texas. Luego, según sus declaraciones, aunque no todo el mundo le creyó, abandonó el uso de esteroides…y aumentó su producción ofensiva con los Yankees de Nueva York.
Una corte federal de apelaciones acaba de poner el punto final al litigio y su decisión ciertamente fue sorprendente: los investigadores no podrán hacer uso de las pruebas recolectadas en los laboratorios y deberán entregar a la parte demandante, es decir, al Sindicato, todo el material reunido. Solo manejarán las evidencias de los 10 casos relacionados con BALCO.
El Sindicato ya anunció que procederá a la destrucción de las muestras de 2003 y, por supuesto, alegó que la lista con los 104 nombres no tenía ninguna credibilidad. En realidad, la credibilidad del béisbol en Estados Unidos es la que recibió un duro golpe. Grandes estrellas ya retiradas, como Hank Aaron, apoyaban la idea de dar a conocer al público los nombres de los tramposos; pero esto hubiera afectado los futuros contratos y el Sindicato no lo iba a permitir.
A pesar de la decisión legal, la polémica de seguro continuará ocupando espacios mediáticos; mientras, a miles de kilómetros, la selección nacional norteamericana intentará aproximarse a lo logrado en 2007. En la Copa se realizarán múltiples pruebas antidoping, con castigos de hasta dos años para todos los infractores; aunque una vez más la MLB desconocerá esos resultados y si algún pelotero estadounidense tuviera un análisis positivo por esteroides, eso no le afectaría el tiempo de juego con su franquicia. El béisbol parece vivir en dos mundos paralelos.
Publicado en Cubasí