El presidente de la Federación Internacional de béisbol, Harvey Schiller, le concedió el máximo de posibilidades a su deporte en un posible retorno al programa olímpico y uno de sus argumentos de peso fue el seguro éxito del segundo Clásico Mundial; aunque un análisis de las condiciones que rodean a este torneo tal vez no permitan compartir el optimismo del presidente.
Cuando a finales de 2005 tomó fuerza la idea de organizar un torneo internacional, en el mes de marzo, a menos de 30 días del inicio de la temporada regular de las Mayores, con la presencia de jugadores de Grandes Ligas, muchos pusieron en duda que esto fuera posible. Y la duda parecía razonable.
Por años la Major League Baseball (MLB) se opuso a que los atletas “pertenecientes” a sus franquicias participaran en eventos en representación de sus países. Nunca autorizaron la cesión de un hombre que estuviera en la nómina de 40 de un equipo para una Olimpiada o Campeonato Mundial; sin embargo, en 2006 la MLB sí estuvo dispuesta, al menos por dos razones muy visibles: ellos establecían las reglas de juego—cantidad de jugadores, de lanzamientos, etc—y, además, el torneo podría tener un gran impacto económico.
La MLB no se equivocó—pocas veces lo hacen—en la gestión financiera. El Clásico fue un triunfo desde todos los puntos de vista: en el económico cubrió la inversión inicial de 50 millones de dólares y dejó amplias ganancias; mientras, en el terreno simbólico demostró que el interés por el béisbol trasciende a América y Asia, aunque lógicamente en esos dos continentes se concentra la mayor cantidad de seguidores.
No obstante, el béisbol quedó fuera del programa olímpico y tuvo su última incursión en una cita estival en los extraordinarios Juegos organizados por Beijing. Las esperanzas de un retorno como deporte oficial dependerán del resultado de la votación que tendrá lugar a finales de este año.
El norteamericano Schiller ha mostrado optimismo en ganar los votos necesarios para obtener el reingreso del béisbol y, de acuerdo con una entrevista concedida a finales de 2008, la segunda versión del Clásico será un punto de apoyo porque “su difusión llegará a 200 países. Y lo más importante es que la totalidad de los 16 conjuntos podrán foguearse con figuras de talla universal. Esto equivaldría a decir que cualquier participante en la Copa Mundial de fútbol viniera a Londres a topar con el Manchester United.”
Parece una opinión demasiado simple. Es cierto que la difusión gracias al Clásico será enorme y que por más de dos semanas la pelota ocupará los titulares de los medios de comunicación, sobre todo en las naciones donde el béisbol es pasión; pero el alcance y las millonarias ganancias por las ventas de entradas y souvenirs no serán suficientes en la votación porque una interrogante continuará sin una respuesta efectiva ¿por qué en las citas estivales no intervienen los peloteros de las Mayores?
Ante este argumento Schiller respondió en la entrevista al sitio oficial de la Olimpiada de Londres 2012: “En Beijing, con ocho equipo participantes, solo Estados Unidos restringió la participación, fuera de las nóminas de 25 jugadores de cada escuadra de Grandes Ligas. Pero ellos tienen 30 equipos y una rotación de cinco lanzadores abridores que equivale a 150 hombres, así que no hay una medida exacta de dónde están las estrellas, solo la publicidad hace la diferencia.”
Tiene razón el presidente en que solo Estados Unidos restringió la participación; pero al hacerlo incluyó a centenares de peloteros de las naciones con mayor tradición como República Dominicana, Venezuela, Puerto Rico, México e incluso Japón quien no pudo presentar en Beijing a algunas de sus estrellas que juegan en la MLB. Entonces, ¿solo la publicidad, presidente?
Pocos dudan que la publicidad sobredimensione las cualidades de los peloteros que intervienen en las Grandes Ligas; pero allí se juega el béisbol más completo del mundo, no solo por la centenaria historia de las Mayores, sino también por los enormes recursos que dedican para atraer a los mejores prospectos de cualquier sitio.
Si el Comité Olímpico Internacional (COI) demanda que los mejores jugadores intervengan en las citas estivales, Schiller necesitará mostrar que es posible contar en la Olimpiada de 2016 con la anuencia de la MLB y esto no parece probable.
En la votación que decidirá el futuro olímpico del béisbol, más allá de cifras que registren la cantidad de federaciones afiliadas a la IBAF, de los estadios llenos en las últimas citas olímpicas—Atenas y Beijing, aunque los precios de las entradas fueron muy módicos, en comparación con otras disciplinas—, los miembros del COI probablemente le preguntarán a Schiller si él podrá garantizar para el 2016 la presencia de los jugadores de la MLB, al igual que ahora en el Clásico. De esa respuesta dependerá, lamentablemente, que el béisbol tenga un lugar en Madrid, Tokio, Chicago o Río de Janeiro, las cuatro urbes que aspiran a organizar la cita.
El segundo Clásico reúne todas las condiciones para ser un torneo inolvidable. A pesar de las ausencias de importantes peloteros y del evidente desinterés de muchos equipos de las Mayores, durante casi un mes 16 selecciones disputarán el título del mundo, un trofeo que a todos les gustaría tener en sus vitrinas, solo que presentar al Clásico como la principal carta de triunfo para el retorno del béisbol al movimiento olímpico no luce como la mejor idea.
Publicado en Cubasí
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