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Joe Louis, la Esfinge Negra en La Habana

En nada se parecía aquel anciano, postrado en su silla de ruedas, golpeado por los años, por los infortunios y por el olvido al joven negro que maravilló al universo boxístico con su peculiar estilo y feroz consistencia que le permitieron mantener el título mundial de los pesos pesados durante 12 años.

Eran dos personas diferentes, aunque siguieran respondiendo al mismo nombre: Joseph Louis Barrows o sencillamente Joe Louis. Apenas podía moverse, su cuenta bancaria se acercaba a cero y muchos lo tildaban de loco. Este no fue el final que esperó el llamado “Bombardero de Detroit”, un hombre que en las décadas del treinta y el cuarenta del siglo pasado acabó con cuanto rival tuviera el valor de enfrentarlo sobre un cuadrilátero.

Pero la vida nunca fue fácil para Joe. Huérfano desde los cuatro años y conocedor de los más disímiles trabajos, menos el de estudiante, el boxeo apareció en su vida como una vía, quizás la única, para salir del asfixiante cuadro familiar que tenía en Detroit, la ciudad a la que se había trasladado con su madre y hermanos.

En el ring sabía cómo hacer las cosas y esto llamó la atención de grandes mafiosos-promotores del boxeo profesional, entre ellos Mike Jacobs. Su ritmo de peleas fue impresionante y nadie parecía capaz de detener a Joe. Entonces vino la fatídica noche de junio de 1936, en el Yankee Stadium, cuando el alemán Max Schmeling cortó su racha de triunfos en línea y con un K.O impresionante lo dejó tendido en la lona.

No hubo tiempo para las lamentaciones y un año después de su primer fracaso en el ring, Joe se convirtió en campeón mundial al derrotar a James J. Braddock. Así comenzaría una cadena impresionante de 25 defensas consecutivas de su corona. Por 12 años mantuvo el invicto. Incluso, en una pelea largamente esperada, el “Bombardero de Detroit” acabó con las aspiraciones de Schmeling de repetir el fuera de combate de 1937 y ahora fue él quien recibió el conteo hasta 10 en el mismo primer round.
La Segunda guerra mundial se interpuso en el camino y Joe se alistó en el Ejército estadounidense, tal y como hicieron otros deportistas, entre ellos el estelar jardinero central de los Yankees de Nueva York, Joe Dimaggio. En ese período él se dedicaba a recorrer los campamentos y animaba a los soldados con sus exhibiciones boxísticas. Luego de finalizado el conflicto bélico continuaron los éxitos.

En 1948, con 34 años, el declive del campeón era evidente para todos. Joe también lo había comprendido y planteó la idea de retirarse. Hubiera sido mejor que el ansiado descanso llegara en ese momento; sin embargo, las enormes deudas lo obligaron a permanecer activo y la vida demostró que sus mejores épocas habían pasado.

El hombre que visitó a Cuba en 1949, como parte de un cartel boxístico que lo enfrentó a Omelio Agramonte, no se parecía en nada al monarca mundial que maravilló al mundo por tanto tiempo. En La Habana Joe fue parco con la prensa y de seguro no recordó con agrado su salida de la habitación donde se pesó, pues su figura atraía tanto a los fanáticos que alguien por ¿curiosidad? ¿malicia? le robó los pantalones.

La carrera de Joe siguió en caída libre. Perdió su segunda pelea—no cedía desde 1937—ante Ezzard Charles y un año más tarde volvió a recibir una decisión adversa frente a Rocky Marciano, el único campeón de los pesos pesados que se retiró invicto. Solo entonces Joe comprendió que, definitivamente, había llegado la hora de colgar los guantes. Su figura había marcado al boxeo y eso nadie podría negarlo.

Una década después de su último combate, Joe regresó a Cuba. Esta vez no venía a combatir, sino como un empresario que buscaba promocionar a la Isla como un destino interesante para viajes turísticos de afro norteamericanos. Muchas cosas habían cambiado después del triunfo de enero de 1959 y una de ellas era la apreciable disminución, al menos desde el punto de vista legal, del racismo.

En su reencuentro con La Habana, entre finales de diciembre de 1959 y los primeros días del 60, Joe vino acompañado por personalidades de la comunidad negra que conocieron de primera mano lo que sucedía realmente con la Revolución; pero desde Washington apreciaron el gesto del campeón como un apoyo abierto al gobierno revolucionario y en momentos de creciente tensión entre ambos países, con la Guerra Fría de por medio, la prensa fue muy dura con Joe.

No obstante, él persistió por algún tiempo e incluso se registró como agente que promocionaba el turismo hacia la Isla. En sus declaraciones a la prensa dijo que Cuba era el único sitio del mundo donde los negros podían entrar sin ser marginados.
Ante esta situación, los medios de comunicación arreciaron los ataques contra los intentos de Joe y la empresa que él representaba. El gobierno estadounidense, a través de sus agencias, intentó detener la negociación hasta que en junio de 1960, Joe anunció que desistía de su propósito y que lo habían juzgado erróneamente por “vender a su país”. La experiencia dejó al campeón, según sus propias palabras, “deprimido y confundido”.

La personalidad de Joe se descontroló por completo a finales de los años setenta. Tuvieron que internarlo en un hospital psiquiátrico y terminó en una silla de ruedas. Sin dinero, olvidado por no pocos, el corazón de la Esfinge Negra escuchó el último campanazo en abril de 1981. La situación financiera del hombre que lo ganó absolutamente todo sobre el ring era tan grave que su antiguo rival y gran amigo, Max Schmeling, pagó los gastos del funeral. Fue un triste final para uno de los boxeadores más completos de la historia.

Publicado en Habana Radio

3 comentarios

  • Esteban

    Según los registros oficiales, Joe Louis se enfrentó al camagüeyano Omelio Agramonte en dos oportunidades, la primera fue en Miami el 7 de febrero de 1951, y la segunda en Detroit el 2 de mayo del mismo año. La pelea de Louis contra Agramonte en la Habana fue de exhibición, la que se efectuó en marzo de 1949, donde un admirador de Louis le robó la ropa. Las dos peleas oficiales Agramonte las perdió por decisión de los jueces.

    • Saludos y gracias por su comentario que, sin dudas, amplía los datos sobre la relación del Bombero de Detroit con Cuba. Quiero preparar un trabajo sobre Omelio Agramonte, porque me parece que es otra de las figuras olvidadas por el tiempo, al menos en la Isla..si tuviera información sobre él y quisiera compartirla, sería excelente…espero siga visitando mi blog y se anime a comentar nuevamente…

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